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jueves, 27 de enero de 2011

Sylvia Plath (Diarios)



Julio de 1950, Welleswey “En el piso alto, en el rectángulo blanco y estéril del cuarto de baño, con olor a carne tibia y a pasta de dientes, me incliné sobre el lavabo con un rito maquinal, lavándome las zonas prescriptas, rindiendo cultos a los cromados resplandecientes, a la luz que chocaba de aquí y de allá, frágil, cegadora desde los grifos. Caliente y fría, la limpieza que llega en forma de suaves pastillas verdes y perfumadas; cabellos en finas líneas dibujadas a lápiz  curvándose sobre el esmalte blanco; los medicamentos, los sólidos tarros de cristal opaco, los frascos que curan los síntomas de un resfriado o te entregan al sueño en el espacio de una hora. Y luego la cama, en el mismo aire potencialmente fecundo, con aroma a espliego, cortinaje de encaje y el tibio olor felino como almizcle esperando para asimilarte…por todas partes una pálida espera.
Y tu eres el conmovedor compendio de todo ello. De ti, por ti, para ti. Dios mío, ¿es todo lo que hay , el rebote a lo largo del corredor de risas y lágrimas? ¿de ensalzarse y despreciarse a una misma? ¿de la gloria y el asco?”.

De una carta a Eddie Cohen (1950) “Vuelvo a donde estoy, inmóvil, nadando, ahogándome, enferma del deseo. Me han inyectado demasiado mala conciencia para romper con las costumbres sin efectos desastrosos; lo único que puedo hacer es llegar envidiosa, hasta la frontera y odiar con toda mi alma a los varones que sacian su hambre de sexo sin problemas, sin desconfianza, sin rupturas, mientras yo me arrastro de cita en cita, empapada en un deseo que nunca me satisface.”

3 de noviembre (1952) “ …Y ahí estriba el sofisma de la existencia: La idea de que se puede ser felíz para siempre y envejecer en una situación y con una serie de logros. Por qué se suicidó Virginia Woolf? ¿O Sara Teasdale o las otras mujeres brillantes? ¿Neurosis? Su obra escrita ¿fue una sublimación (¡que horrible plalabra!) de hondos deseos básicos? ¡Ah, si yo lo supiera!¡ Si supiera a qué altura he de colocar mis metas, los requisitos de la vida!”…

27 de abril (1953) “tengo que estar terriblemente segura de que eso (el matrimonio) no es ni una atractiva jugada llena de riesgo ni un escape efímero. No conozco a ninguno de los tres como para hacer el pronóstico de toda una vida, ni siquiera uno muy vago y general. Tendría que vivir con cada uno durante un cierto tiempo…El único chico al que conozco realmente bien es aquél al que conozco lo suficiente para saber que nunca me casaré con él ni lo querré…Ah un amor, compartir cada vez mas sería algo tan bueno, tan poco complicado. Y en estos días tan rápidos y sumamente complicados de velocidad, estados de ánimo y psicología, es relativamente complicado conocer a alguien, como es imposible “conocerse” a uno mismo. De repente todo el mundo está muy casado y feliz, y tu estás muy sola y amargada por desayunar sola un insído huevo cocido y por pintarte la boca muy roja con la que sonreir, ah, llena de dulzura, al mundo…”

19 de febrero de 1959, jueves…”Yo aquí sentada como si me hubieran descerebrado, y queriendo un hijo, una carrera, aunque solo Dios sabe haciendo qué, si no es escribir. Qué decisión interior, qué asesinato interior, o fuga de prisión tengo que cometer si quiero hablar con mi auténtica voz profunda al escribir (palabra que por alguna razón que sobresalta al deletrearla) y no sentir este atasco de sentimientos detrás de una fachada ornamental cerrada con cristal, de palabrería paralizada y muda. Animada hasta cierto punto por la publicación en The Spectator  de mis dos poemitas. Creo que ahora el éxito me daría fuerzas. Pero lo mas alentador es estar rompiendo mi campana de cristal. ¿De qué tengo miedo?¿De hacerme vieja y morirme sin ser alguien?...

SUSURRO

Dame tu fuerza, no dejes de hacerlo
se clara en tus pensamientos y no te adelantes,
sos hermosa y transparente, se simple,
no dejes que te influyan, ni a tu mente,
pensa con el espirutu que es gigante y puro,
lo veo todo el tiempo, como se te escapa,
se eleva, unos centímetros de tu piel
se mueve lentamente como nadando,
arrastrando minusculas particulas de luz,
se rie, es dulce, es sabio,
sos vos en tu estado original,
no te metas mas en mentes ajenas
no estas lista, te va a matar
te enchastra de oscuridad,  sos luz,
te amo porque sos luz y ves lo que veo,
sos hermosa, no dejes de hacerlo.

                 Lucas M. Donadio

MI HERMOSA INVITADA

Camino lentamente por el sendero sin nombre,
estoy solo,
las calles azules duermen vacias,
la niebla de los sueños avanza
devorando sin piedad todo cuerpo a su paso.

Duerme...

Camino lentamente por la virgen ciudad
voces timidas murmuran cantos sagrados,
ruinas de un mundo perdido
descansan hacia ambos lados del camino,
una flora inedita crece adornando las calles proscritas,
la luna circular realza mi natural fosforescencia,
a mi lado camina mi hermosa invitada.

-te gusta mi lugar?

-no se, no hay nadie, estamos solos

-si es raro, siendo tan simple el camino, se pierden,
yo ya me canse de invitarlos

-tengo miedo, para que me traes aca?
que me vas a hacer?

-calma, no te apresures,
esto es solo el principio.

Despierta que ya es tarde.

                                  Lucas Donadio

SI TE DIGO QUE...

Decir te anhelo es más lindo que te quiero,
al decir te quiero se pretende propiedad.
...si te digo que te anhelo, es porque no te quiero,
sino porque te espero.

                  Mariela Laura Zappino

miércoles, 19 de enero de 2011

NO QUISIERA MORIR

No quisiera morir
sin haber conocido
los perros negros de México
que duermen sin soñar
los monos de culo pelado
devoradores de trópicos
las arañas de plata
en el nido trufado de burbujas
no quisiera morir
sin saber si la luna
con su falso aire de moneda
tiene un lado puntiagudo
si el sol está frío
si las cuatro estaciones
no son en realidad más que cuatro
sin haber intentado
llevar un vestido
en los grandes bulevares
sin haber mirado
en una alcantarilla
sin haber puesto el sexo
en rincones extraños
no quisiera acabar
sin conocer la lepra
o las siete enfermedades
que se atrapan allí
el bueno como el malo
no me darían pena
si yo supiera
que lo iba a estrenar
y está también
todo lo que conozco
todo lo que aprecio
que sé que me gusta
el fondo verde del mar
donde danzan las brizas de algas
en la arena ondulada
la hierba tostada de junio
la tierra que se agrieta
el olor de las coníferas
y los besos de la
que si tal que si cual
la bella que está ahí
mi osezno, Úrsula
no quisiera morir
antes de haber gastado
su boca con mi boca
su cuerpo con mis manos
el resto con mis ojos
ya no digo más es mejor
no ser irreverente
no quisiera morir
sin que hayan inventado
las rosas eternas
la jornada de dos horas
el mar en la montaña
la montaña en el mar
el fin del dolor
los diarios en color
la alegría de los niños
y tantas cosas más
que duermen en los cráneos
de geniales ingenieros
de jardineros joviales
de inquietos socialistas
de urbanos urbanistas
y de pensativos pensadores
tantas cosas que ver
que ver y que oír
tanto tiempo esperando
buscando en la oscuridad

Y ya veo el final
que bulle y que se acerca
con su cara horrorosa
y que me abre sus brazos
de rana patituerta

No quisiera morir
no señor no señora
antes de haber palpado
el sabor que me atormenta
el sabor que es más fuerte
no quisiera morir
antes de haber probado
el sabor de la muerte…



                      Boris Vian

martes, 11 de enero de 2011

EL CHINO X


Un número considerable, opinaba, convincentemente que era una hija de puta. El resto la apreciaba y hasta podía decirse que le tenían afecto. Lo cierto era que cada vez que la hora señalada llegaba y la puerta se abría, mis intestinos comenzaban a revolucionarse, empecinados en hacer visible el desayuno de esa mañana, el cual quedaba estrellado en la taza del inodoro.
Como casi todos, también ella tenía un apodo, el cual iba pasando de generación en generación y cuyo autor, con los años, había quedado en el anonimato.
Gracias al continuo régimen autoritario que sufríamos, la inventiva y la originalidad habían quedado bastantes desplazadas de la voluntad de creación, por eso simplemente se la había bautizado como “La Petisa”.
Cada vez que entraba La Petisa, el estómago se me anudaba, la frente se me plagaba de perlas de sudor frío, la boca se inundaba como un manantial de saliva constante y comenzaba la autónoma peregrinación al baño, acompañado de las carcajadas reprimidas de mis amigos más cercanos, los cuales conocían mi problema.
Era la única profesora de matemáticas que daba clases a las cinco divisiones del colegio. Eso le daba un poder casi absoluto sobre el saber calculatorio de las generaciones que la sufrían, o la disfrutaban. Como queda en evidencia, yo formaba parte del grupo que la padecía. Esta mujer tenía la capacidad de transformar un hermoso día en una profunda frustración, al hacer notar mi incapacidad mental para poder despejar X. Incapacidad que presagiaba un futuro en donde las incógnitas continúan siendo incalculables (y que hasta hoy sigo sin querer resolver)
El problema principal era su carácter, el cual se anunciaba a través de su voz aguardentosa quebrada por años de cigarrillos largos y café. El aliento a ceniza que salía de su boca cuando se acercaba a revisar la tarea, te derretía el valor y pasabas a transformarte en una gallina cobarde y sin remedio.
Peor eran aquellos días en que se enfundaba en unos estrechísimos pantalones de cuero, los cuales producían un continuo cruce de miradas por todo el aula. Ese look sado, a pesar del terror que infringía, fue el deleite de varios que, sumidos en la desdicha de pertenecer a un colegio de varones, dedicaban sus noches a la práctica onanista. La cuestión onírico/noctámbula, no recaía en su belleza, cualidad de la que carecía con afirmación unánime, sino en las hormonas adolescentes que no lograban distinguir el buen gusto.
Con esos mismos pantalones y un pañuelo de ceda anudado en la garganta, se hizo presente en aquella mañana de finales de noviembre, dejando una estela de humo cortada de un portazo.
Como de costumbre los ejercicios de ecuaciones no los tenía hechos y mientras mi estomago se esforzaba por retener el café con leche, los copiaba sin pausas y con prisa sobrehumana de la carpeta de mi compañero de banco Ignacio (quien, a su vez, se los había copiado a primera hora de Juan porque a este último se los había hecho la profesora particular)
Con firmeza en su andar y clavando el taco en las frágiles maderas del piso, comenzó el recorrido de control de tarea. Dependía del destino, más que de la suerte, que La Petisa comenzara por el pasillo de la ventana. De lo contrario el tiempo para copiar, sin raciocinio alguno, diez ejercicios de Despejar X, era prácticamente una  misión imposible. Ese día comenzó el control por el pasillo de la ventana.
Adrián fue la primera victima. Ni sus ojos celestes podían hacer conmover el gélido pulso de la lapicera roja, la cual atravesaba con una bisectriz perfecta la hoja cuadriculada Rivadavia N°3, que había sido el espejo facial de horas y horas de cálculos en la tarde anterior. El segundo era Lea, que si bien no tenía problemas con las matemáticas, su conducta lograba reestablecer y modificar los parámetros de cualquier ciencia dura que esté en manos de una profesora vengativa.
Los dioses ese día quisieron que por error de cálculos La Petisa no me viera copiando los ejercicios, ya que si eso sucedía era preferible ser circuncidado con una amoladora. El producto y el motivo de su distracción era la carpeta vacía del Chino.
Obviamente que el Chino era en realidad japonés, o mejor dicho, argentino hijo de japoneses, pero en este caso la originalidad también había dejado paso a lo vulgar y todos conocíamos al japonés como Chino.
La Petisa se había instalado frente a él, con la libreta en la mano, preparada para comenzar con el atosigamiento al condenado. Todos nos detuvimos en lo que estábamos haciendo y pusimos especial atención en la escena. A nadie ni por casualidad se le había ocurrido enfrentar con indiferencia a los rugidos furiosos que la Petisa emanaba a centímetros de tu cara, salpicándote con pequeñas gotitas de baba que funcionaban como grandes escupidas de desprecio.
El pobre Chino no levantaba la vista de la carpeta, o eso creíamos nosotros ya que sus ojos parecían cerrados, y nuestra compasión se trasformó en admiración debido al acto de heroico que estaba por suceder.

-          Yosiro, por qué no hizo la tarea?

El Chino seguía con la vista en sus ecuaciones, sin responder.

-          Me podés contestar Yosiro?- se comenzaba a notar cierto tono de impaciencia. La Petisa nunca llegaba a la segunda pregunta sin haber obtenido previamente respuesta.

El Chino levanto la vista de la carpeta y comenzó a mirar hacia los costados, analizando la situación, confirmando su convicción de que no estaba solo.

-          Yosiro te estoy hablando?- el tono ya se había elevado y la fuerza ejercida por la glotis, comenzaba a connotarse en la yugular.

El Chino la miró de arriba hacia abajo y giró su cabeza hacia atrás.
Pasaban dos cosas, o el Chino había tomado la decisión de hacer frente a unos de los seres más terribles que a uno le podían tocar durante la adolescencia o había dejado de valorar su vida y encaminarse a una muerte segura.

-          YOSIRO CONTESTAME!!!! TE ESTOY HABLANDO NENE!!! - la yugular le explotaba y todo su cuello se había puesto del mismo rojo que la ceda que lo envolvía.

La libreta había volado por el aire, cayendo en el banco de Lea como un pájaro muerto al que nadie se anima a tocar. Los bancos poco a poco y en silencio, se fueron separando milimétricamente del epicentro de la discordia, entes de que todo explote conformando un hongo atómico.
El Chino continuaba impávido, con su cara de luna, sus ojos rezagados y sus orejas como asas de un una taza. No se le movía un músculo. Su expresión era de piedra. 
Con las dos manos aferradas al banco, La Petisa se inclino haciendo rechinar los pantalones de cuero. Ninguno de nosotros respiraba. Acercó el rostro furioso al del Chino, su cara estaba por explotar de ira, y haciéndole volar el flequillo, gritó:

-         YOSIRO SOS TONTO!!!???

El Chino limpió la saliva nicotínica que se había depositado en su frente y nos volvió a mirar cómplice y despreocupado.
En un movimiento felino La Petisa arrancó de su letargo la libreta de notas, haciendo que Lea se tatuara a la pared en busca de la invisibilidad mientras Adrián quedara aferrado a la contención de esfínteres.
Comenzó a recorrer con la punta de la lapicera roja, todos los nombres de la lista. Iba y venia, iba y venía. No se detenía en ninguno, estaba ciega de furia. Sus ojos inyectados en sangre buscaban desesperados la Y de Yosiro.
Un rayo mortal atravesó la frente del Chino, la mirada de La Petisa se había clavado en medio de las dos rayitas que tenía como ojos.
La Petisa se acerco despacio hasta colocarse junto al Chino. Todos esperábamos el desenlace final, la estocada culmine, el momento súbito.
Tragando saliva La Petisa dijo delante de toda la clase:

-          Discúlpeme Yamanato, lo confundí con otro alumno.- la disculpa fue casi un susurro

Cerró su libreta y perdiendo algo de compostura se retiró cerrando suavemente la puerta.
Todos explotamos al grito de Yamaaanato, Yamaaaanato. Sin abrir la boca el Chino Yamanato había logrado vencer a la tenebrosa figura dictatorial de La Petisa, para quien desde ese día, los chinos no volvieron a ser todos iguales.    
                                             

                                                          14/12/10

Ilustración Didier Illouz