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martes, 14 de enero de 2014

HENRY MILLER - SEXUS - CAP 20, FRAGMENTO

 
 
Durante siete días y siete noches estuve solo. Empecé a pensar que Mona me había dejado. Telefoneé dos veces, pero su voz sonaba lejana, perdida, consumida por la pena. Recordé las palabras del señor Einstein. Me preguntaba si la habrían hecho volver al redil.
Después, un día, hacia la hora de cerrar, salió del ascensor...
y se detuvo ante mí. Iba vestida totalmente de negro, excepto un turbante malva que le daba aspecto exótico. Se había producido una transformación. Los ojos se habían vuelto todavía más apacibles, la piel más translúcida. Su figura se había vuelto seductoramente suave, su porte más majestuoso. Tenía el aplomo de una sonámbula.
Por un momento, apenas si podía dar crédito a mis ojos. Había algo hipnótico en ella. Irradiaba poder, magnetismo, encantamiento. Era como una de esas mujeres del Renacimiento que te miran fijamente con una sonrisa enigmática desde un cuadro que retrocede hasta el infinito. En los pocos pasos que dio antes de arrojarse en mis brazos sentí un abismo, como no había sabido nunca que pudiera existir entre dos personas, que se cerraba. Era como si la tierra se hubiese abierto entre nosotros, como si, mediante un esfuerzo supremo y mágico de la voluntad, ella hubiera salvado el vacío de un salto y se hubiese reunido conmigo. El suelo sobre el que estaba hacía un momento desapareció, se deslizó hasta un pasado del todo desconocido para mí, así como la plataforma continental se desliza en el mar. Nada tan claro y tangible como esto se formuló en mi mente entonces; hasta después -porque reviví aquel momento una y otra vez posteriormente- no entendí la naturaleza de nuestra reunión.
Todo su cuerpo me transmitía una sensación extraña al tacto, al apretarla contra mí. Era el cuerpo de un ser que había renacido. Era un cuerpo enteramente nuevo el que me entregaba, nuevo porque contenía algún elemento que hasta entonces había faltado. Por extraño que pueda parecer decirlo así, era como si hubiese regresado con su alma... y no su alma privada, individual, sino el alma de su raza. Parecía estar ofreciéndomela como un talismán.
 

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