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domingo, 25 de enero de 2015

FRAGMENTO DE "EL OFICIO DE MORIR" Por MIGUEL O. MENASSA






Querida: Buscarme entre recortes, hallarme en alguna sonrisa desconocida. Escuchar el murmullo de tu corazón en el mismo momento que me matas. Bruja olorosa y febril, entre tus piernas, entre la sagacidad de tus muslos, vuelvo aunque tú no quieras, vuelvo a encontrar perfecta y más que silenciosa, silenciada, la joya marina, hueco de tu ser, al que por más que intento, no encuentro equivalencia.
Porque si mis ojos son a tus ojos los ojos del universo. Y mi boca en tus pechos, simple ecuación donde el recuerdo vivo ahora entre nosotros, no permite saber de quién son los pechos y de quién la boca.
Y acepto, mi amor, que mi culo es a tu culo, nuestra igualdad definitiva. Y tu clítoris es a mi pene la representación de un sentido, más que tus órganos en competencia.
Tu vagina, mi amor es la experiencia de una verdad inexistente. Algo que no tiene con qué compararse, no puede medirse y algo que no puede medirse, no sólo es infinito, sino también irracional y por lo tanto, tarde o temprano, su desarrollo terminará cuestionando los sistemas de medida. Por todo esto quiero decirte, que la vagina no existe.
Porque no solo la mujer actual prefiere imaginarse una vagina sin orgasmo, tengo que decirlo, que también el hombre actual prefiere una vagina sin palabras.
Y por ahora somos todos iguales.
Y como sabemos la igualdad, cuando se trata de lo humano, solo es posible mediante una fuerte y constante represión. Represión que en todos los casos se verificará sobre el punto que podría desestabilizar el poder, mostrando las diferencias.
Tu vagina, mujer. Cántaro desgarrado e inerme, yace silencioso.

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