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jueves, 28 de septiembre de 2017

CRÍTICA A LA OBRA TEATRAL "LA MEDALLA DE ORO"





¿Hasta dónde un presidente puede ocuparse del bienestar de cuarenta millones de personas, cuando desatiende el de los tres integrantes de su familia? ¿Es inevitable que la figura presidencial, eclipse al rol de padre y marido?

¿Hasta dónde un presidente puede tener el termómetro de un país, de toda la población que gobierna, cuando no puede medir la temperatura emocional de su propia familia?

La Medalla de Oro transita por esos lugares, un presidente con posibilidades de ser reelecto, se encuentra un domingo día del padre recibiendo excepcionalmente a su amigo de toda la vida, hoy funcionario de su gobierno, involucrado en un desvío de fondos en obras muy importantes de su gestión.

Ese día no iba a ser uno más para el presidente, impecablemente interpretado por Luis Agustoni. Su hija le traería el regalo del día del padre. Y también traería sus reproches, sus frustraciones, su furia, y su desesperación. El drama empieza a tomar cuerpo. El padre que le pide a su hija que cuide su figura de presidente por lo que declara en las revistas, y ella que le habla al padre, no al presidente. Hay algo en la actuación de Paula Saenz (la hija), un ritmo, un impulso arrollador que contagia y transmite. Su mirada en diversas oportunidades refleja muy fuerte el enojo y la ira. Su actuación es intensa. Todo lo que a ella le pasa uno lo siente en el alma. Aún cuando flota la sensación que más que lo que le pasa, es lo que ella sola se generó. Porque en las expectativas de los padres están silenciadas las frustraciones de los hijos. Unas se alimentan de las otras. Nunca el padre le dirá que quiere la medalla de oro para su hija, pero ella creerá que su deber es tenerla.

Después llegará el prometido de su hija (Segundo Pinto), y su actuación es pura respiración en la obra. Pone blanco sobre negro, se impone a la fragilidad de las relaciones. Su diálogo con el presidente a solas es reflexivo, es especial.

Hacia el final se tensa la cuerda de lo real con lo supuesto. El presidente que gobierna con convicción a cuarenta millones, entra en un túnel desolador donde desconoce qué cosas venían pasando en su familia.

Ese despacho presidencial por momentos es el infierno que es puro deleite para el espectador. Todos se lucen, porque el texto permite el brillo de todos los actores, porque es un hallazgo que durante una hora y media, las cosas que los personajes sostienen con tanta firmeza, al rato no parecen ciertas, parecen supuestos. Y ahí puede estar el juego. ¿Cuánto de los reproches de la hija del presidente son reales, y cuánto se trata de no poder superar sus propias frustraciones? En la crudeza de esa inmensa actuación de Paola Saenz, en la eficacia actoral a todas luces de Luis Agustoni, en la cadencia y el excelente manejo de altos y bajos en los tonos de Segundo Pinto, en todos y cada uno de ellos aparecen abigarrados la soledad, el dolor, y los miedos.

La historia fuerte, los personajes todos intensos y creíbles. Un drama que nos deja reflexionando sobre nuestro rol de padre y el de hijo. Excelente obra donde los vínculos y lo emocional se sostienen como eje desde el inicio hasta el final.


 Funciones: Viernes, 20.30 hs. en El Ojo, Tte. Gral. Juan D. Perón 2115 

Ficha Técnica: Autor: Luis Agustoni, Intérpretes: Luis Agustoni, Segundo Pinto, Paula Sáenz, Ricardo Levy y Belén Mazzinghi; Escenografía y Vestuario: Nadia Casaux; Iluminación y Jefe de Escena: Diego Gómez Leite; Diseño y Fotos: Santiago Rapela; Producción Ejecutiva: Ana Caterina Cora y Diego Gómez Leite; Producción General: Teatro El Ojo; Dirección: Santiago Rapela
 Prensa: Silvina Pizarro

Crítica: Walter Gómez



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