¿Adónde fue, en el Strand? Había varias
noticias sueltas, con sus fotos.
No sé por qué me fijé en una:
los de la beca Fulbright
de ese año. Llegando,
o ya llegados. O de algunos de ellos.
¿Estabas vos en esa foto? La miré
al pasar, preguntándome
a quiénes llegaría a conocer.
Me acuerdo de ese pensamiento. No
de tu cara. Es seguro
que miré con cuidado
a las chicas. Quizá te vi.
Quizá te di un puntaje, algo aburrido.
Quizá noté tu largo pelo suelto y ondulado,
tu flequillo a lo Verónica Lake.
Y no lo que ocultaba.
Parecería rubio. Y tu sonrisa,
tu exagerada
sonrisa norteamericana,
para las cámaras, los jueces, los extraños, los asustados. Y después lo olvidé. Pero me acuerdo
de la foto: los de la beca Fulbright.
¿Con sus valijas? Me parece que no.
¿Habrían venido todos juntos? Yo caminaba,
arrastrando los pies,
entre el caliente sol y el asfalto caliente.
¿Fue entonces que compré un durazno?
Así al menos lo recuerdo.
En un puesto muy cerca de la estación.
Era el primer durazno fresco que probaba.
No podía creer lo rico que era.
Con veinticinco años, una vez más quedaba atónito
por mi ignorancia de las cosas más comunes.
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