Es
así mi tiempo, todo un juego donde vuelan los pájaros que nunca veo.
Y
esta semblanza de niña preocupada por el futuro incierto,
ya
no tiene la fuerza que anhelaba,
ya
no cabalga montañas empinadas,
ya
no tiene caballo aguardándola.
Nunca
volaron los pájaros que yo miraba.
Estoy
cansada, agotada de más por tanto volar alrededor de una almohada.
Cama
de los residentes en el cielo.
El
odio los dejó vivir sin agua, sin amantes ciertos.
Todo
pasaba.
Solo
quedaron las flores disecadas,
los
experimentos inmóviles y obsoletos,
los
absurdos razonamientos,
los
inventos.
Sin
sueños posibles de soñar,
todo
era un infierno en llamas.
Vuelan
los pájaros, pero no los que yo veo.
Esta
quietud tan antinatural,
se
la debo a dios,
que
me invitó hace mucho tiempo,
a
vivir con él, a su lado, en el cielo.
Ilustración: Natalia Naka Adamska
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