Un día el disparo fue certero:
la bala hizo nido dentro de mi pecho.
El
mundo es demasiado hermoso
para soportar la inmundicia que desprendo.
para soportar la inmundicia que desprendo.
La decadencia de mis manos
que no saben obrar más que batallas perdidas.
que no saben obrar más que batallas perdidas.
El
silencio: soy la furia contenida,
incapaz de expresar amor o dolor,
por
partes iguales.
Las
noches azules, carentes de perfumes
o mugre, por ejemplo.
Suciedad
de cuerpos que se destrozan y arman de nuevo,
bajo
techos húmedos y suelos polvorientos.
Ventanas
abiertas en los cielos de otros,
bendiciendo
esa entrega arrojando estrellas a sus ojos.
Y
qué vacío mi firmamento de este lado,
por comparar apenas.
No
queda otra opción más que la muerte dulce.
Tal
vez una canción que arañe el recuerdo
distante a la belleza
que
nunca tuve o que tímidamente,
insinué en breves ocasiones.
Quizás
cerrar los párpados y
rezar por un poco de luces entre tanto mar y horas.
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