Una nena seguía un camino marcado por adoquines entre verde.
En ese camino ondulado, encontró una piedra pesada, hermosa.
La llevó un par de minutos, pero con ella, le pesaron mucho.
Porque la piedra iluminaba y le dolían los ojos (se veía que sus ojos no eran color miel, sino marrones)
Porque la piedra era mucho y su cuerpo era chiquito.
La nena la dejó con lágrimas que no salieron, y caminó sin mirar sobre sus pasos.
No. Es mi cuento, y yo me imagino lo que quiero.
La piedra se rompió, y de adentro salió una ardillita, que le dio un beso y la convirtió en conejo.
Se fueron saltando siguiendo otro camino, ella conejo y él ardilla.
La coneja se enamoró de un conejo, y el “ardillo” de una ardilla.
Ya sé. Los animales no se casan…
"Es muy simple; cuando uno quiere a una persona puede llamarla por cualquier nombre, que siempre tiene un sentido cariñoso."
Laura Soledad Beraldi
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