EL CONTRATO - Un cuento de Walter Gómez



Todo el tiempo se empujó a salir del propio infierno. El ahogo lo llevó a quedarse sin oxígeno mucho tiempo antes de tomar aquél último subte que lo llevaría a ese viaje interminable.
Para él poder huir de sus propias llamas, su latido era desde hacía un tiempo seguirle los pasos a ella. Si él no emprendía el camino final, era porque todas las mañanas ella se le aparecía convocándolo del aparente desconocimiento. Todas las mañanas desde hacía mas de un año, la aparición fugaz de ella eran las persianas abiertas al horizonte de su corazón. Un solo segundo de tenerla cerca y para él era como si su día había terminado. En algún momento parecía que ella lo seguía también a él con su mirada. Sin embargo él lo descartó de plano. Era imposible que pudiera adivinar entre tanta gente, que él la buscaba en esa estación de subte, cuando además cada uno tomaba el subte en dirección contrario. Así durante más de un año. Cientos y cientos de mañanas, él esquivaba un inicio de algo para que no se transformara al instante, en un final abrupto. No obstante él necesitaba sostenerse de algo. Aunque sea de su imaginación.
De mil maneras distintas él la conocía, y esa lejanía que los acercaba, trazaba una línea frontal e inefable.
A él lo sorprendió que aquella mañana no resultara igual a todas. Esa madrugada, ella lo tomó por sorpresa. Ya de por sí había aparecido casi desnuda para su mirada. Él la vio como parada sobre el mar. Había inmensidad en su figura. Cuando bajó las escaleras del subte en dirección a Flores, y apenas lo vio parado en el andén en dirección contraria, ella se volvió inmediatamente sobre sus pasos y subió nuevamente las escaleras corriendo. Él se quedó pensando qué pudo haberle sucedido. Por un instante dudó en salir a la calle también y seguirla hasta algún lado. Tantas veces pensó en seguirla, pero nunca se animó a proponerle lo que deseaba. El  salía todas las mañanas hacia el trabajo que ya había perdido hacía tiempo, por lo que nunca se encontraba apremiado por el horario. Pero a esa hora temprana de la mañana ya la veía a ella y su mundo empezaba a tomar forma. Después tomaría el desayuno en el mismo bar de siempre y cumpliría con la charla amistosa con Oscar, el mozo, hasta dejarse reposar en la lectura del libro de cabecera.
Pero volviendo a esa mañana, él se quedó dos segundos pensando qué hacer hasta que de pronto escucho que por detrás de los molinetes una voz femenina se dirige en vos alta:
- ¿Vos qué querés de mí. Me querés violar o me buscás para matarme? ¿O quizás ambas cosas?  Evidentemente no sos bueno simulando inocencia- En sus ojos se adivinaba cierto temor aún a pesar de hacer frente a la situación. Ella había dejado pasar su subte, pero sabía que no se trataba de una simple demora.
- Te equivocas. Ninguna de las dos cosas, pero quisiera quedarme descansando a tu lado por mucho tiempo. Por lo menos el tiempo que me lleve procesar este estado absurdo y por fin poder descansar en paz- Le contestó
- Bueno, mostrame cómo. Total hace tiempo que me tenés desnuda en la estación Acoyte.-

Esa conversación lo dejó congelado. La juventud y la entereza de esa mujer para enfrentar a ese desconocido, sacudió el momento. Algunos segundos de silencio le dieron el marco que ambos bajo tierra parecían no haber encontrado sobre la superficie.
- ¿Me vas a decir qué querés de mí? A vos te hablo.- Le gritó de ella desde atrás.
El aún estaba impactado por lo inesperado. Ella lo enfrentó de manera inesperada. Se tomó unos segundos y sin sacarle la mirada de encima le respondió:
- Quiero hacer un pacto de visitas con vos. Todos estos días te lo quise proponer. Me gustaría saber qué se siente tenerte cerca, visitarte, que me visites. Que nos miremos y nos deseemos todo el tiempo, si es  que eso pasa. Sos poseedora de una belleza indefinible. Sos prohibida pero uno, o al menos yo, no puedo parar de imaginarme para siempre con vos. Te pago lo que me pidas, yo no te voy a someter. En verdad sabés de antemano que el sometido soy yo. El riesgo es mío. Pero quiero compartir un espacio cerrado con vos y conocerte más.-
- Mirá que yo no soy una puta, no te equivoques conmigo.-
- Ya lo sé. Hace tiempo que ya partí de acá, y los paisajes de la ciudad ya no me seducen. A esta altura siento que tener sexo con alguien, no es mas que un buen momento que se esfuma en el segundo de una línea infinita. Ese segundo en definitiva no te completa. Es un segundo de respiración, que además a mi ya se me cortó recientemente. Solo me quiero llevar unos buenos momentos compartidos con vos. Aceptás?-
El y ella quedaron en compartir una hora todos los días a una hora determinada, Ella cobraba (la realidad es que siempre fue una puta pero no lo aparentaba) y él le pidió que solo hiciera lo que él le pedía. Ella aceptó diciéndole: “Vas a ver que de a poco vas a salir de tus tinieblas, pero te aclaro que igual, en esta vida yo no estoy para vivir con vos. Yo solamente te saco, te tomo del brazo y te tiro para arriba. Pero nada mas”.
La primer noche ella abrió la puerta y él le pidió que se sentara en la cama. Ella era infinitamente hermosa. Realmente parecía carecer de límites su belleza. Era como un infinito negativo, parecía no tener fronteras pero por ser tan perfecta. El la recibió sin una sonrisa, con gesto adusto, serio, pero no enojado. Ella intentó una sonrisa, y lo fue a saludar con un beso pero él con la mano izquierda levantada le pidió que no lo hiciere.
- Te va a causar impresión la frialdad de mi piel.- se excusó.
- Como quieras.- respondió ella bajando la vista con cierta timidez.
Se quedaron un par de minutos en silencio, ella sentada muy al borde de la cama y él parado contra la pared fumando y observándola. Ella cada tanto lo miraba a los ojos pero no sabía muy bien cómo seguir. No había demasiadas cosas en el cuarto como para mirar pero ella se dejó llevar por la mancha que había en la pared y esperó impaciente que sucediera algo.
- ¿Está bien que haya venido vestida así?.- le preguntó ella.
Ella se había puesto un jeans azul y un sueter rojo fuerte largo que le pasaba la cintura. Ella era muy delgada de piel bien blanca y de labios impactantes. Llevaba el pelo recogido y enormes aros circulares. El escote del suéter era en V y sumamente escotado. Sobre su pecho derecho él quedó como en shock con un lunar pequeño pero audaz que se mostraba sobre el pecho derecho de ella. Daba la sensación de no tener puesto nada mas abajo, y eso  lo llevó a mirar muy seguido su centro.
- Vení vestida como quieras, aunque estaría bueno que todos los días vengas con algo distinto.-
En un momento él le pidió que girara su cabeza hacia un costado. Solo su cabeza, Ella obedeció, y un mechón de su cabello cayó sobre su mejilla derecha. Ella le pidió si podía comer un caramelo. Lo desenvolvió y lo saboreó.
-¿Estás enamorado de alguien?.- Preguntó ella.
- El amor es un elefante borracho difícil de atrapar. ¿Quién posee un amor? ¿Quién lo puede poseer en su verdadera totalidad? No hay refugio posible donde el individuo pueda recostarse plenamente en el amor eterno de alguien.-
- ¿Cuánto tiempo me seguiste?.-
- El tiempo que llevo sin vida.-
- Y qué es lo que esperás de mí.-
- La certeza de tenerte un tiempo determinado para admirar tu belleza. Esto, aunque parezca contradictorio, me devuelve a la vida.-
- ¿Querés tener sexo conmigo?.-
- No. Echaría todo a perder.-
Antes de irse, ella le preguntó si estaba bien todo y si esto era lo que él quería.
- Hoy mi hipófisis dejó de secretar, por lo que seguramente se verá influenciada la regulación de mi sueño. Pero por hoy está bien.-
Ella volvió al día siguiente vestida muy sencilla, una remera al cuerpo con un girasol estampado en el frente, jeans ajustados y zapatillas de lona y con el pelo suelto.
El le sirvió un vaso de jugo de naranja.
- No, gracias.- Respondió ella.
- No te pregunté si querías tomar.
Ella bebió todo el vaso.
Se descalzó y se sentó en la cama con los dos pies sobre la las sábanas. Ella le sonrió.
- No pude dormir en toda la noche, y despierto pero como fugado, por un instante tuve una visión. Fue como un sueño.- Le contó él.
- ¿Fue agradable?.-
- La muerte tiene algo de agradable porque es el lugar donde uno empieza a tomar contacto con las certezas.-
Ella dejó de sonreír y juntó sus labios dibujando una mueca de tristeza. De pronto se bajó de la cama y se le paró enfrente. Ella era mas bajita, mas aún descalza,  pero se le paró bien cerca y le dijo:
-Quiero sentir tu respiración. Parece como si estuvieras muerto, pero no lo estás. Crees convivir con la muerte, pero tu tangibilidad con lo que deseas solo demuestra un absurdo. Querer tomar contacto con el objeto de deseo es estar mas vivo que nada en este mundo.-
Tras responder esto, él le pidió que se vaya. Él sintió que la mirada de ella lo encandilaba. Ella sentía que la mirada de él le lamía los labios.
Ella se volvió a la cama, se recostó boca abajo dejando sus rodillas flexionadas y sus piernas hacia arriba, al tiempo que movía los pies alegremente.
- Vení hablemos.- Lo invitó.
- Veo globos de colores sobre tu cuerpo. Pero tu imagen es difusa. Dejame mejor de este lado.-
- ¿No exagerás con la oscuridad?-
- Sos sumamente preciosa.-
- Entonces estás viendo el arco iris que llevo en mi pecho?.-
- No. Solo veo naturaleza muerta. ¿A qué te dedicás vos?.-
- Estudio. Si ya sabés que soy estudiante.-
-¿Cómo lo voy a saber?.-
-Me seguiste todo este tiempo.-
-Mentira, siempre te ví en el andén del subte.-
-Me seguiste con la imaginación.-
- Preguntaba a qué te dedicás…No importa igual. No me contestes.-
-Si ya lo sabés, qué querés que te responda?.-
Ella inmediatamente se paró, sonrió iluminadamente y se puso las manos en la cintura. Así se quedó unos segundos.
- Querés salir de acá y vamos a caminar. ¿O ya que no querés cabalgar?.-
- ¿Y el elefante borracho?.-
Ella no entendió y se fue.
El tercer día que se encontraron, ella se apareció sencilla como siempre, vestida con una camisa blanca, short corto de jeans color negro y zapatillas de lona azules. Sus largas, blancas y delgadas piernas fueron para él, las primeras brumas de ese momento. Ella quedó parada apoyada contra la pared opuesta a la que se encontraba él. A ella le sonó el celular. Lo atendió y habló en voz muy baja, como intercambiando impresiones secretamente con alguien. Luego cortó. Él no preguntó nada.
- Tengo la boca pastosa.- Dijo él
- ¿Querés exprimir la naranja de mis emociones para poder descubrir dónde se confunden tus condenas?.-
-Me siento como una cápsula fibrosa atrofiada. Pero disfruto al mirarte. Perdoname pero se trata del onanismo de un difunto hacia con la vida. Tu belleza supera lo que uno puede esperar a cada momento. Yo lo disfruto en soledad aquí conmigo mismo.-
- ¿Cuánto tiempo te va a llevar volver?.-
- De acá no se regresa. No deseo hendir tus fantasías, pero ahora estás parada en un gran ataúd de emociones. Lo que vos ves así iluminado, es una gran nube de contaminación.-
Ella se quedó callada y se sentó en el piso con la espalda apoyada en la pared.-
- Vos me estas queriendo decir que esto es una gran función. Hilos y títeres dirigidos por un gran monstruo.-
- Es en realidad una canción deforme.- Dijo él.- Yo no logro desviar la mirada hacia ese láser rojo que busca dejarme ciego.-
- ¿ Es una visión?.-
- No. Me refiero a vos. A vos y a tantas otras representadas en tu imagen.-
Ella se corrió el pelo y lo acomodó sobre su oreja izquierda. Él la observaba.
En medio de ambos empezó a crecer desde el piso una serpiente de apariencia tenebrosa. Sobre la figura de ella se reflejaba un cielo bien azul. El reptil se dirigió hacia él y extendió su lengua venenosa varios centímetros afuera. El cerró los ojos e intentó esquivar la agresión. El reptil desapareció y ella ya no estaba en el cuarto.
Ella se ausentó un par de noches. Volvió tras desaparecer de los lugares que, él habitualmente, le tenía contado los pasos.
Cuando ella decidió regresar, una ráfaga etérea lo alejó de escena a él. Le cambio el lugar, y ahora estaba recostado con un suero, oxígeno, y su piel mas blanca y fría. La habitación de ese segundo piso era helada. Ella abrió la puerta despacio, seria, pero con cierta frescura en su rostro, contrastando con el paisaje. Vestía un suéter de hilo muy suave que cruzaba su cuerpo de derecha a izquierda dejando ver el hombro izquierdo descubierto, pollerita celeste y botas marrones, algunos centímetros debajo de la rodilla. Sus piernas, blancas y delgadas, brillaban de hermosas.
- ¿Estás listo para despegar?. Si te seguís resistiendo buscando una excusa, no vas a llegar nunca. Acá estás rodeado de las miserias que desprecias todo el tiempo, y no te animás a darte el lujo. Crees que el postre no es para vos…-.
- Nunca fui invitado a sentarme a la mesa- respondió él con cierta dificultad.
- No te confundas. Tus tinieblas te diferenciaron. Por dentro sos tan cerdo como cualquier otro, pero no actuás en consonancia. La diferencia es el reflejo, pero todos somos un poquito miserable todos los días. Vos me venís siguiendo desde hace mucho. Creías que yo no te veía, pero cuando te cambié las reglas y te enfrenté, no te reconociste. Me tuviste donde quisiste y buscaste descubrir  de qué se trataba. Tuviste margen para decidir, te hice un espacio, un blanco. Y me esperaste. Ya sabías que iba a volver. Te gusta cómo me visto, te seduce cuando me muerdo los labios y chorrea rocío por mi boca. Tu erección interna no te dejó tomar el desafío. Jugaste en silencio, y te fuiste con la pelota de la cancha. Vas a tener que optar de un momento a otro y penetrar mi piel si querés conocerme. Sino te chupo hasta la médula, y la agonía es espantosa. Ya habrás visto que el reptil aparece cuando aflora la duda.-
El la escuchó imperturbable pero su mirada la recorría perversamente. Empezó a imaginarse sometiéndola y ver cuál podría ser su reacción. Ella tomó su jugo verde, pero adivinó con un gesto lo qué el pensaba.
- Posees una belleza crepuscular. No transmitís la imagen de lo que sos. Inerte, en esta cama, me rindo ante tu inocencia. No te juzgo por quién sos, sino por lo que atraés. Por lo que convocas como salida de este infierno. En definitiva, esta es la degradación suprema de la condición humana. Ante la opresión de las masas, empiezan a salir las costillas para aplastarle la cabeza al que está al lado, con el objeto de sobrevivir.- Bajó la cabeza y se sonrió solo para seguir:
-¿Sobrevivir a qué? ¿Para perdurar dónde? ¿Qué es lo que cada uno quiere sostener con el paso del tiempo? Todos nosotros llevábamos el suero puesto contándonos las gotas.-
Ella se levantó su lacio y largo cabello con las dos manos por detrás de la cabeza, y le sonrió al tiempo que le regalaba una mirada provocadora.
- Me seguiste durante mas de un año. Te arrastraste como una esponja por ese tenebroso infierno interior tan tuyo, con el que se te terminaron pegoteando tus órganos. Cada vez que me encontrabas, cada una de esas mañanas le ingresaba una brisa a tu alma. Ahora acá estoy. Mejor dicho ahora acá estamos.-
Ella lo abrazó fuerte. Él se dejó al tiempo que sus pies ya no parecían sotener su cuerpo.
Despertó a la mañana siguiente mas entero, pero en la misma habitación.
Desde que se vislumbró una ficticia recuperación, empezaron a aparecer los primeros fantasmas de su fuga. Aún mas desenchufado de aparatos que los últimos días, su cuerpo, sensibilizado, volvió a respirar aliviado. Sin embargo, las paredes heladas de este hospital, guardan aún los secretos que nunca serán develados. Es por eso que las cucarachas se esconden en la mugre…lo mismo sucede con la salud, y lo mismo pasa también con la mente. Lo mismo, con los pensamientos sobre las personas.  Ahora ya con la funda sobre su cabeza, trató de volver hacia atrás y reflexionar sobre el sentido de prolongar la respiración de alguien, sin ningún sentido mas que el de exterminar el último rincón del alma.
Ya lo están pasando con la sábana a la camilla. A la una, a las dos y a la cuenta de tres. El envión tiene destino y su cuerpo se sacude contra la camilla y las rueditas sin aceite son el único sonido que rompen con las súplicas.
Antes de que el camillero continúe, él prefiere que una parte de lo que quedó de su persona  trascienda por unos instantes, esos lugares a esperar la noche. El anciano de la 211 hace varias decenas de minutos que lleva gritando y pidiendo agua. Solo eso. Nada más. Como si estuviera rezando por lo imposible. A él le llama la atención que el vasito de plástico de agua está a centímetros del paciente. También advierte que el anciano no lo sabe. Él toma el algodón, lo empapa en agua y se lo pone en la boca suavemente. Al instante el anciano lo toma de la mano y grita “gracias Dios mío”. Los labios cortados del hombre dan  cuenta del horror. Algo había quedado de ese tipo en ese preciso lugar. Un pedazo de cielo que no logró sostener y aún así nombró a dios. Sí, a dios con minúsculas.
El pobre bipolar sigue la matriz a la perfección. Yo te asfixio, y yo te saco la bolsa de la cabeza. Yo te torturo, te genero las mejores condiciones de sufrimiento y yo mismo te rescato. Una mierda, mas que bipolar. Y le llaman dios.
Él vuelve a su camilla y lo depositan en la cámara frigorífica. Ya casi no queda nada de aquél que fue, parece saberlo. Ahora espera le concedan su último pedido. Se siente el ruido de la puerta metálica que se abre y otra vez lo pasan de la camilla a la cámara.
Adentro.
En un movimiento ya estaba ahí encerrado para conservar el estado de la piel hasta tanto el reloj condene el fin de los trámites necesarios que sus hijos con dolor o no, deben estar realizando. En segundos nada mas siente que la boca se contrae e imagina que debe haber quedado abierta formando una especie de entrada a una cueva, o a un túnel. Por momentos tiene la sensación de que sigue  respirando y que ella vendrá a rescatarlo. Ahora duda y su cuerpo se empieza a volver rígido. Él contempla esa diferencia.
En instantes nada mas como si una cinta proyectara el conjunto de finitudes y se trazaran como una condena en la ausencia del espacio, él pasó a encontrarse rodeado de mantas de seda blanco, abrazado de la mejor madera, mirando con los ojos bien cerrados las lágrimas de sus hijos. Ellos maldicen la prolongación del dolor, y uno de ellos  se muerde los labios. ¡ël piensa si hay algo que le hubiera querido decir y calló? ¿O Querrá gritar contra la muerte y lo que único que sale es un desagarrador silencio que no se logra transformar ni en lágrimas? Piensa por un instante de qué mierda se trata todo este espanto al que concurrimos en silencio y sin respuestas. El hijo menor parece hendir sus labios y cada vez los aprieta más fuerte.  Se corre hacia un rincón de la casa velatoria y se queda solo. Él se arrima para saber qué  silencios lo agobian al joven. Se detuvo al observar sus ojos irritadísimos, ahora sí, desbordados de llanto.
Volvió a su lugar. Por un momento se transformó en aquél vaso de agua inalcanzable. Tan cerca de  calmar el dolor. Tan cerca de transformarse por un único instante, en todo el dolor.
Quedó recostado con los ojos cerrados.
Finalmente al abrirlos nuevamente, se vió abrazado a ella que estaba infinitamente mas linda que cuando la conoció. Los ojos marcados en sus bordes bien de negro y unos labios mas rojos y mas grandes. No parecía una mujer, más bien parecía una inmensidad. Delgada y alargada su silueta ya ocupaba el espacio de su propio cuerpo rodeado de roble. Quedaron confundidos como un mismo cuerpo. Ya era difícil para él sacarse esa mirada de encima.
El cuerpo de él quedo recostado mirando hacia arriba. Pudo apreciar desde ahí las copas de los árboles. Solo lo interrumpió la aparición del rostro de ella que con esa provocadora boca ejercitó la mueca de un beso. Él se quedó para siempre recostado, hasta que la tierra lo cubrió.

Autor del Texto: Walter Lionel Gómez
Ilustración: Anja Millen Imagery