Manotazos
en la oscuridad.
¿Qué
es exactamente aquello que llamamos Teatro? Nuestra Ciudad, a pesar de la
constante intención de las autoridades porteñas en lograr lo contrario, produce
mucho de eso que llamamos Teatro. En cada barrio, en pequeñas o grandes salas,
hay un grupo de gente que produce espectáculos de manera independiente y a
pesar del mundo. Y la mayoría de las veces, comparando una obra con otra (en
este sentido: preguntándole a cada una qué es lo que entiende por Teatro) se
vuelve complicado encontrar una zona de contacto, libre de contradicciones.
Como si algo de lo que hacemos fuera un misterio por descubrir y nosotros un
grupo de ciegos dando manotazos en la oscuridad, intentando conectar con aquello
que nos rodea, de lo cual sólo recibimos algunos estímulos, pistas, indicios.
Existen
aquellas obras que nos reafirman en nuestra propia comodidad. Que nos cuentan
un cuentito que, al salir, nos reconforta con nosotros mismos. Nos hace pensar
que estamos bien, que vamos por un buen camino y hasta que somos subsidiarios
de una especial sensibilidad por haber participado de semejante convite. Es
opinión de este cronista que las mejores obras son aquellas que nos cuestionan
en nuestro lugar de espectadores, de ciudadanos bien pensantes. Aquellas que no
son tan cómodas de mirar. Al fin de cuentas, para todo lo demás existe Netflix.
Es una posición absolutamente personal pero, en este caso, vale expresarla
porque la obra que se da todos los Viernes a las 21hs en el precioso espacio
Hasta Trilce (Maza 177) es realmente una obra perturbadora.
El
texto corresponde a Maurice Maeterlinck (Bélgica
1862 - Francia 1949) y fue estrenado por primera vez en 1891 (más de
medio siglo antes que Esperando a Godot). Es un poema dramático que la crítica
ubica como canónico del Simbolismo y que suele pensarse como un antecedente de
la obra antes citada de S. Beckett. Y, a pesar de que nos separa más de un
Siglo y un océano de su creación, posee una misteriosa actualidad que la hace
propia, también, de éste siglo que recién comienza.
Son
doce ciegos, seis hombres y seis mujeres, que fueron llevados por un sacerdote
al bosque. La obra comienza en el preciso momento en el que este grupo descubre
que su guía desapareció y que deben valerse por sus propios medios para volver.
Mejor es quedarse donde uno está, dice alguno de los ciegos, no sabemos lo que somos por más que nos
toquemos con las manos. Presentada
con una verdadera apuesta plástica y coreográfica, la obra hace de ese grupo de
ciegos un verdadero coro trágico que busca encontrarse luego de la desaparición
de su líder. Resonancias políticas nacionales a parte, es una verdadera paradoja estar frente a tan
exquisita puesta pensando que los mismos personajes no pueden verla.
Ficha Técnica:
Elenco: Agustina Yacachury/ Carlos Vilaseca /Horacio Vay
/José Luis De Giano /Juan Manuel Casavelos / Julieta Koop/ Luciano Moreno/
Macarena del Corro/ Miguel Angel Vigna/ Nancy Micheloni /Norma Kania Glozman/
Romina Almirón
Dirección
y puesta en escena: Nayi Awada y
Tomás Bradley
Asistencia
de dirección: Andrea Bouhier
Asesoramiento
coreográfico: Ignacio
González Cano
Intervención
electrónica/ lumínica: Daniel Sánchez
Diseño
de escenografía y vestuario: Marcelo Valiente
Realización
escenográfica: Maite Corona - Ileana
Vallejos - Andrés Bailot.
Realización
de vestuario: Magalí
Salvatore - Natalia Suárez.
Diseño
de texturas y telón: Mae Bermúdez.
Tallas
anatómicas: Marcela Alonso.
Diseño
de luces e iluminación: Sergio Iriarte
Música: Sebastián Bradley/ Tomás Bradley/ Maximiliano
Martínez
Sonido: Maximiliano Martínez
Producción
general: HASTA TRILCE
producciones
Producción
ejecutiva: Andrea Bouhier
Crítica: Mariano Rapetti
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