lunes, 29 de abril de 2013

ENTREVISTA EXCLUSIVA SOBRE SEXUALIDAD AL DR. MIGUEL OSCAR MENASSA EN EXCLUSIVA PARA LA LETRA TAL VEZ (PRIMERA PARTE)


Pintura en directo- Miguel Oscar Menassa contesta a preguntas para La Letra tal Vez sobre la sexualidad.
Participan:
Virginia Valdominos
Cruz González
Amelia Díez
Manuel Menassa
Norma Menassa
Cámara: Clémence Loonis


Agradecemos especialmente a la Dra. Alejandra Menassa

TU PUTA MADRE Por NOELIA PALMA


Te amo demasiado.
Ya no sé escribir.
El amor excesivo entre nosotros, hasta el horror.

- Marguerite Duras, ESTO ES TODO -
 
1

Te amo, y quiero que hagas con mi amor un santuario. Una especie de cuerpo nuevo.  Que chupes mis pezones como si fueran dos clítoris preciosos, por donde salga otra especie de amor aún más doloroso, un amor casi de madre mientras presiono tu cabeza contra mí, hundiéndote, quizás tratando de creerme que así te protejo y te nutro. Que bajes hasta mi vientre y me beses, que seas suave pero que tus manos se queden en mis tetas, redondeando. Yo voy a decir tu nombre muchas veces. No porque lo olvide con facilidad sino para aprenderte. Que te quedes en mi vientre casi 9 meses, el tiempo justo. Yo voy a presionar tu cabeza contra mí, pero hacia abajo. Que llegues a mi sexo y tu lengua, además de filosa, sea gorda como una pija. Que la uses como una pija. Que me sea inevitable abrir las piernas y vos quieras entrar y quedarte, porque mi sexo es caliente y lo hacés llorar una emoción pulcra. Mi sexo es un amor nuevo y tu lengua, junto con tus manos, me arranca de mi cuerpo y forman un santuario. Yo voy a retorcerme, voy a gritar como las madres cuando están pariendo ese dolor inhóspito y feliz, voy a deformar mi cara para que cada vez me desconozcas y me sientas distinta. Te amo y quiero que encuentres en mi cuerpo a todas las mujeres, en esta intimidad que se masturba entre las grietas. 

2

-¿Qué harías con la teta de una mujer?

-Bueno, me recostaría junto a la teta y la haría feliz. Trazaría un mapa desde mi nombre. Y chuparía durante horas. 
(Él se masturba en su clítoris. Ella se deja chupar, mientras.

Hay una leche excesivamente blanca. Un calostro salva vida, dos ojos rojísimos, una boca enorme haciendo milagro, bebé de probeta, pedacitos de calcio, hierba buena) 


3

Llueve. Hay gotitas. Hay el ruidito de las gotas como una hoguera que va consumiéndose.

Lo que se le arranca al árbol para darle savia vegetal a la piel, parece.

Piedad.

Como La Piedad, te sostengo. Podés querer caerte y todo lo demás.

Yo,

mi teta feliz y yo,

mi teta húmeda y yo, vamos a crear un campo magnético alrededor de tu boca. En lo maternal está tu boca y el amor.

Toda esa leche tibia no debe permanecer en mi cuerpo.

Ni en el tuyo.

               





Noelia Palma es la nueva incorporación de La Letra Tal vez. Nació el 19/10/1984. Fotógrafa. Trastornada. 
Las ilustraciones de sus textos son obra de Jesús Borda, nacido en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Reside en Berazategui, Buenos Aires desde los 7 años. 25/12/1988. Artista. Hidrargirista.



LA VOZ DE GABRIEL Por NOELIA PALMA


Pero una palabra tuya bastará para sanarme”
 
La voz de Gabriel tenía ganas de hacerse noche cuando por fin habló. Recuerdo mi cara entre las manos, como si la juntura de escombros fuera a desparramarse así porque sí, como si desperdigar la nostalgia fuera maravilloso. Dame duro, dije, estoy triste; soy una especie de florcita mal cortada.

Y la voz de Gabriel era un poema insoportable. Y la voz de Gabriel  resplandecía.
Era el pacto con el diablo, había que comérsela a tirones, absorber las palabras rojas, azules. Una belleza a punto de estallar en veinte mil pedacitos de infierno para después bajar a lo amado.
La voz de Gabriel era Gabriel. Tenía en su mesita de luz el libro de Marguerite Duras que nunca le regalé y que leía cuando todo el dolor del mundo no era suficiente y había que morirse más. Dame duro, dije, estoy triste. Te lo digo así, poné tus lunares en una cajita y mandalos a mi casa, también tu cuello y tu boca.
 Gracias.
Dame duro, abrime las madres que no soy y entrá, con tu voz, desde tu faringe, tu garganta, tu entraña.
Y la voz de Gabriel, que era Gabriel, me abrió la madre, el grito profundo desde ninguna parte hacia todos los lugares señalados del cuerpo, ancló su barquito de papel en el pecho, y lamió para justificar la herida.
Yo me quedaba siempre del lado de la inmortalidad, diciendo las cosas que se dicen, andando en los espejos para vernos, desmadrada madre que me cuida de mí,
madre de la yo que busca escucharlo,
y es tan difícil protegerme de hacerme el amor cuando es noche o día y la cama es un festejo, o un amasijo de pájaros,

y qué felicidad morirse así.

 

ESA MUJER ES UNA NOVELA Por WALTER GÓMEZ



 
 
Ella va a estar donde estuvo siempre.

Yo seguramente estaré ya,

como corrido de cuadro.

Me empiezan a inquietar los movimientos del agua.

Hay como corrientes que parecen presagiar tormentas.

Es la primera vez que me siento

sin un plan posible.

Ella es un puñado de hojas cargada de emociones,

una mujer tan inmensa,

que se transformó en novela.

Ella va a estar ahí,

como siempre vestida de rojo y

rodeada de clientes que esperan su turno.

Ella es la mujer mas simple,

y mas sencilla que he conocido,

pero como toda mujer,

un verdadero enigma.
 
 

La única certeza es mi temor.

La única distancia que nos separa es el silencio.

Las únicas pruebas, irrebatibles,

son las intuiciones que nos acompañaron todos estos años.

Estamos llenos de marcas,

cargadas de gestos sugestivos,

pero vacíos de hechos.

Nunca luchamos cuerpo a cuerpo.

Nunca luchamos por sacar lo mejor de nosotros.

Nunca afloró lo peor.

Apenas nos rasgamos los pocos sueños.
 
 
 
Autor: Walter Gómez
 
Ilustración: La actriz Julieta Ortega en el filme de Eliseo Subiela "Pequeños Milagros"

lunes, 15 de abril de 2013

SEIS GRADOS Por LUCRECIA LABARTHE

 
En el piso de arriba vive un adolescente, llamado David. Tiene una sonrisa espléndida, tan festiva y tan plena que cada vez que lo veo siento el impulso de abrazarlo y reir. Es un muchacho cálido como la arena, cercano y suave como la brisa, pero no puedo tocarlo, ni siquiera rozarlo porque es judío practicante. Los judíos creen que no se debe tocar a las mujeres porque pueden estar en estado de impureza, es decir pueden estar menstruando. Para ellos esta sangre, la que brota del útero del que brota la vida, es impura. No así la sangre de los hombres, la que generalmente sólo vemos cuando están de por medio la violencia, la enfermedad o la muerte.
La madre de David está muerta. Se llamaba Miriam. El día 18 de julio de 1994 estaba trabajando en un nuevo empleo al que todavía no lograba adaptarse. A las diez menos diez de la mañana estaba borrando las palabras "le agradezco la gentileza", recordando el inapropiado sentido en que el vocablo "gentil" podría interpretarse. Suspiró y al mirar por la ventana se fijó en un hombre que caminaba con rapidez hacia la esquina. Era muy alto y moreno y le vino a la cabeza la palabra "dinaroide", como pescada del lago de los recuerdos escolares. Fue lo último que pensó.
Munir, el hombre al que Miriam vio, también murió ese día. Dejó una hija, llamada Lila, que vivía en Aaliqan, en la provincia de Muhafazat Dara y tenía doce años. Cuando su padre moría en Buenos Aires, ella estaba menstruando por primera vez. Diez años después de aquello contrajo matrimonio con Hossein y fueron a vivir a Hamadán, la ciudad donde los esperaban los padres del novio.
El 5 de agosto del 2010, Lila concurrió a ver al presidente de su país adoptivo, Mahmoud Ahmadineyad, que visitaba la ciudad. Esperaba con emoción apretando la mano de su hijo mayor cuando repentinamente se oyó una explosión y un fogonazo cruzó la calle engalanada. Lila sintió un mareo, su vista se ensombreció por un momento y en la oscuridad vio nítidamente la cara de su padre. A empujones surcaron el caos y una vez en la casa se enteraron que había sido solamente un petardo. Lila se cubrió el vientre con las dos manos y supo, sin lugar a dudas que esperaba otro hijo.
Más de dos años después, cuando Ahmadineyad supo de la muerte de Hugo Chavez Frías, sintió algo parecido a lo que había experimentado aquella tarde en Hamadán. Fue una sensación de vacío, de oquedad, como si le hubiesen extraido súbitamente el aire. Mahmoud sabía que su cuerpo reaccionaba así frente a las amenazas veladas, mediatizadas, las que no se resolvían en una violencia inmediata sino que se insinuaban diariamente en las fronteras del sueño. En su mente comenzó a formarse una imagen de Caracas y percibió la marea de duelo interminable que se desplegaba desde el sur hacia el ocaso.
Desde hace más de tres días, Elena Frias no para de llorar. Es un llanto suave, de letanía, de viernes santo. Siente que se abandona, que se entrega a un dolor manso, mórbido. La gente no para de llegar, la gente es infinita. Elena tiene los ojos y las manos exhaustos. Al tercer día ve a ese hombre intenso y serio, lo señala y le dicen que es el presidente de Irán. Ella siente que lo conoce, que lo recuerda. Se acerca a él y lo percibe cálido como la arena, cercano y suave como la brisa y su presencia le toca el centro exacto de la angustia. El le ofrece sus manos como en oración y ella las encierra entre las suyas al tiempo que inclina la cabeza sobe su hombro. Jamás hubiese podido imaginarse que a sus setenta y ocho años está cometiendo un pecado con ese hombre. Porque ella, mujer,es Fitnah o fuente de tentaciones, distintas y peores tentaciones que aquellas que ofrecen los hombres que los rodean por doquier, aquellos con los que puede desatarse una guerra que resuelva las cosas por medio la violencia, la enfermedad o la muerte.

domingo, 14 de abril de 2013

OLVIDO Nº 18 Por NICTÉ TOXQUI


 
Me estoy empeñando en recordar olvidarme de todos esos días desperdiciados pensando qué ha sido de la vida y que se ha hecho con ella una que otra vez.

Mis conclusiones se resumen en un truco de magia barato, perfume corriente, un aire de flor marchita que aún sigue en el florero adornando algún rincón de la casa.

Recuerdo olvidarme de todos aquellos sentimientos inservibles que solo fueron puente para opacar tristezas y sonrisas de llanto. Me propongo a escribir todo lo que no siento y no sentí, porque las letras son el mejor antifaz… jamás había sido tan fácil engañar al amor.

Viví en el papel por miedo a los escalofríos que conlleva una emoción desmesurada o una calma infinita en el vaivén del viento.

No encuentro más valentía en admitir que ayer fui una cobarde conmigo misma.

Todo el día me imaginé desnuda en el esplendor del sol a medio patio. Una cintura iluminada, piel pálida, ojeras agonizantes, las caderas con sus huesos visibles, cabello enmarañado. No hay cuidado en que mis pájaros me vean vulnerable, que los árboles me llamen precoz, las vecinas se cubran los ojos pensando que soy una indecente o el panal de abejas piense que solo soy otra escuincla desubicada en su tarea de vivir. Quién diría que esa adulta con frustración de niña fuese yo soñando despierta.

Jamás me había sido tan triste al comer una pera y dejar escurrir el jugo por los labios como si así pudiera recuperar los besos robados. Al estilo Maga sufro en algún lado, y todavía no sé dónde apretar la piel para disminuir el dolor.

Al estilo de mi vida sigo sonriéndole al espejo porque fue el remedio infalible de la psicóloga escolar para no recordar ausencias naturales y rotas.

Ausencia significa la falta de una silla en el comedor. Ausencia significa despedirse por muchas primaveras esperando el invierno que arrase con todo, incluso con los corazones buenos.

Desde hace tiempo me despido con una facilidad que me viene aterrando todos los días. Si fuera cinismo, si fuera frialdad, si fuera el desapego de la piel al calor humano. Tristeza estúpida. Felicidad estúpida. Son lo mismo. Se puede disimular estar en todos lados sabiendo que se está más cómodo dentro de una misma.

Tan atrapada y tan suelta a la vez. Por Dios que fuera libertinaje, pero ni siquiera podría anclársele una etiqueta a lo que caza todos los días, sobre todo en la mañana cuando nadie ha despertado y la melancolía me amanece con el sol pintado de amores y el cuarto teñido de atardeceres que se van a morir.

Sola.

Gloriosamente sola, como suelen estar las mujeres que deciden no apostar al amor. Tan sencillo desenamorarse con apenas una pizca de tristeza.

Jamás me había divertido tanto dentro de la perfecta escena de teatro donde me permito ser quien se me antoje, aun sabiendo que tendré la resaca de culpabilidad todo el día. Ese crudo azotón de realidad que me hacen todas estas situaciones borrosas y amarillas como para dejar a alguien bizco por mucho tiempo.

Ahora me empeño más en acordarme de todo lo que no necesito en mis días. No pensar tanto, sería la principal. Pienso como si estuviera redactando un anuncio de periódico. Me aburrieron las entrelíneas, me aburrieron los mismos poemas trillados que alguna vez no dejé de leer, me aburrió la música coloquial y lo peor que pudo haber pasado fue aburrirme al intentar sobrellevar la rutina como el hombre de corbata y maletín que compra un café en apuros porque probablemente tiene que llegar al bus antes que su jefe vuelva a entonar el mismo regaño y todo sea más funesto que en un principio. Recordar que tengo alas, sería el segundo recordatorio de una lista invisible. V-o-l-a-r hacia donde no sé. Qué abrumante es pensar que solo tengo dieciocho y me falta vivir más de lo planeado y más de lo que quiero. Los estragos del tiempo son infinitos. Quizá muy lejánamente pronto me enamore, algún día pueda ser mi propia lectora y dejar por la paz el hobbie de huir.

Recuerdo olvidarme de todo aquello que ya se fue y vendrá, que la locura no desanime el camino, que los días nuevos no se desbaraten como un gran regalo de moño dorado.

Recuerdo olvidarme, principalmente, de mí.

MADRUGADA Por NICTÉ TOXQUI

 
Heme aquí desnuda en la habitación de puertas blancas y ventanas rotas. El pelo enmarañado como la piel erizada por el viento que promete acariciarme una vez más. Bastante noche pero muy temprano para tenerle miedo a la oscuridad porque era ahí dónde más te gustaba besarme. Preferiría que esto fuera una de esas novelas malísimas donde se sabe qué pasa después: muerte o muerte, a veces sangre, gritos, llanto. Si fuera un personaje en una de esas actuaciones exageradas, preferiría salir corriendo, gritar corte y renunciar. Nada se grabaría tan simple, sin sentido.

Heme aquí insómnica, sedienta. Se escriben todas esas cosas que lastiman para luego reírse de ellas. A las doce se destila mejor el corazón pero advierto la resaca emocional del domingo. El día que no llega. Qué hacer con el tiempo perdido, preferible aplastarse en el sillón recordando todo aquello que no hicimos y nos falta por deshacer.

Heme aquí a la mitad en la sala de cortinas amarillas y postales marchitas. Jueves terrible y despiadado que atrasa el fin de semana. Recuerdo cuando esperé el momento donde los días me dijeran “ya te toca vivir”. Error. Prefiero quedarme en cama todo el día sobre una almohada con los ojos perdidos de cielos violetas. No es el pijama ni el café. Pereza impresionante de salir al mundo y temer pisar la acera como si estuviera regado ácido mortal.

Heme aquí que estoy desnuda, sin miedo, sólo vivir.
 
Fotografía: Thomas Babeau

DOSSIER FOTOGRÁFICO DE BOB GRUEN (1º PARTE)

john-lennon-yoko en Nueva York 1973



keith-richards-tina-turner-david-bowie en Nueva York en 1983


Paty Smith-central-park-new-york-city-1976



Bob Gruen_Mick-Jagger 1978




Elton John

QUEEN NUEVA YORK 1977

LA FIEBRE DEL RESALTADOR PARTE 3

Después de morir no se va al paraíso: el paraíso es morir, lo que llamo muerte me atrae tanto que solo puede calificarse de valeroso el modo en que, por solidaridad con los otros, me aferro a lo que llamo vida y, a pesar de la intensa curiosidad, espero.
Juan Form
Cuento Había una vez un pájaro 
Carmen había muerto y yo empezaba a sospechar - a darme cuenta – que en el reino de los muertos Dios a de ser, solamente, un gran silencio.
Mempo Giardinelli
Que solo se quedan los muertos
 
No se debe favorecer una ilusión que no pueda realizarse y quien lo hiciese es ciertamente un monstruo. 
Sade
Mi gran carta
 Muchas veces me angustió  la imposibilidad de retener a la persona querida tal como la conocimos, para siempre. 
Bioy Casares
Dormir al Sol