Quizá nunca te quise o quizá te amé demasiado como
una borrachera rutinaria con resaca al día siguiente. Después el puro olvido,
el cuerpo cansado pero feliz. Me bastó una hora, mi mejor amigo para salir a la
calle y ser de nuevo la niña que se quiere comer al mundo. Otra borrachera, otro amor, otro. Jamás me
interesaste, jamás. Me derrito, me muevo incansablemente por todos lados. Mi
risa del medio día, de la mañana, antes de irte, antes de venir a donde sea. Mi
risa que no sabe de sumisión recibe a todos con su alegoría de siempre, pero
tengo la maña de hacerte creer que sólo es tuya. Que sólo soy tuya. Sí, soy
tuya, mi amor, soy tuya a nuestro tiempo. Cinco minutos . No has entendido que
soy temporal. Me quedo para siempre de algún modo. De alguna manera logro
colarme por alguna cavidad amorosa dentro de quien promete amarme para siempre
con el letrero de mentira y otra cosita que me da igual escribir o no. Lo he
escuchado muchas veces sin quererlo, soy el amor de algo. Qué bien se siente
pero es costumbre. Yo no amo en sutileza. Amo locamente. Desquiciada e
impulsiva y apasionadamente amo porque no sé amar de otra manera. Podría decir
un te amo en la primera cita. Podría hacerlo porque mi corazón es tan ancho y
tan rojo que sabe querer sin problemas. Me da pereza y prefiero disfrutar de su
proceso de conquista. Mi problema eres tú, todos aquellos que buscan enamorarme
sin trasfondos. Tú y todos los que han pasado en mi camino queriendo quedarse.
Caballero y patanes. Egocéntricos y humilde. Jamás había tenido tantas ganas de
decirle a los que creen que sufro de amor que sufro de alegría loca. Sufro
porque quiero. Soy feliz porque quiero. Quiero querer sin temer y por eso hasta
ahora nadie me ha interesado lo suficiente como para narrarme una vida juntos. Soy
poesía y prosa. Soy cura, tormento, deseo. Que mi cadera ni mi cintura pequeña
sean muerte ni forma de quererme en serio, pero sí la medida del infierno al
cielo. Qué fatal error es oírles la pertenencia de mi nombre. Asusta, carcome.
Putamente me desenredo en mi propio papel para que puedas averiguarme sin
saberme completa. Lo básico: mis postres, mi película que verías nefastamente
una y otra vez por complacerme, las flores, las mascotas, los libros, mi autor,
mi escritora, el amor de mi vida, la muerte, lo que me duele, el libro, mis
deshoras, mi lugar, mi malteada, mis cucharadas de azúcar (cuando digo dos, son
tres) y así la lista interminable que incluye la lluvia y caminar y platicar,
etcétera más etcétera, porque carajo, lo único que me haría más feliz que sus
detalles bien planeados es que de la nada alguien se atreva a mirarme en
silencio con la vista punzante de nervios, que se deshaga en mil pedacitos
diciéndome “no te sé, pero te amo, así
como tú amas más que a nada las fresas congeladas aunque nadie lo sepa porque
lo has ocultado desde que tienes memoria de ser”. Lloraría sin temor alguno,
lloraría como quien ha sido descubierta tan limpiamente que no hay escena del
crimen. Quiero que alguien me descubra, que sepa mis maldades, mis ideas empresariales
resultado de la mente maestra de mi padre. Alguien que se ría de mis
cabronerías en lugar de espantarse. Alguien libre de estándares de cultura y
dinero. Que me llamen con mi apodo en la casa, "amor" siempre, mi nombre completo-corto cuando no necesite
un amor sino un amigo; me aburro fácilmente de los amores. Se mantener la
calma, sonreír acaloradamente. Puedo ser un telón rojo que te rompa el corazón
sin darte cuenta. Hasta el último segundo descubrí que la prudencia es la mejor
arma secreta. Riesgo de echarlo todo a perder para siempre. Sigo sin cuidado.
Descuido de despedirse como quien va a la tienda para nunca regresar. Todo esto
me viene dando igual porque no me interesa salvar al amor aun cuando sé que
puedo romperme en mil cachitos porque soy una sensible de lo peor que se hizo
de miles de armaduras para sobrevivirme. Traigo sin descuido el corazón: al
aire libre para sacarlo a pasear cuando le dé la gana; que se pierda si es
necesario y lo encuentre un agonizante de amor. Los labios rojos siempre. Exclusivamente
siempre para los corazones sinceros que se dan a guardar porque esos son los
que saben mejor aunque por cegatona jamás lo comprendí. Náuseas de mariposas y
gusanos al mismo tiempo. Ésta soy yo rota y completa. De pie sin cansancio alguno.
Desconociéndome a cada letra y palpitación de furia descontrolada. Del amor que
rechazo pero me falta, quizá…
Por Nicté Toxqui(*)
Ilustración: Natalia Naka Adamska
*Nicté prefirió presentarse sola: Soy mexicana. Nacida en diciembre de 1994. Escritora. Enamorada de la vida, medio loca y siempre sonriente. Próxima estudiante de Literatura y actual colaboradora de una revista cultural de mi ciudad. Libre de cualquier tabú y libre porque creo que todos tenemos alas. Me resumo en casualidades que no han hecho más que colocarme en el lugar exacto para escribir. El acto literario –así como hacer el amor, la muerte, la lucha social– ocurre en la soledad del cielo destilándose. Lo he comprobado: cuando llueve se diluye todo lo escrito y si bebes el tónico de letras, vives más. A los 13 años descubrí el poder de las palabras, desde entonces escribo para reencontrarme con la que no existe y que soy.
Por Nicté Toxqui(*)
Ilustración: Natalia Naka Adamska
*Nicté prefirió presentarse sola: Soy mexicana. Nacida en diciembre de 1994. Escritora. Enamorada de la vida, medio loca y siempre sonriente. Próxima estudiante de Literatura y actual colaboradora de una revista cultural de mi ciudad. Libre de cualquier tabú y libre porque creo que todos tenemos alas. Me resumo en casualidades que no han hecho más que colocarme en el lugar exacto para escribir. El acto literario –así como hacer el amor, la muerte, la lucha social– ocurre en la soledad del cielo destilándose. Lo he comprobado: cuando llueve se diluye todo lo escrito y si bebes el tónico de letras, vives más. A los 13 años descubrí el poder de las palabras, desde entonces escribo para reencontrarme con la que no existe y que soy.