Me estoy empeñando en recordar olvidarme de todos esos días desperdiciados pensando qué ha sido de la vida y que se ha hecho con ella una que otra vez.
Mis conclusiones se resumen en un truco de magia barato, perfume corriente, un aire de flor marchita que aún sigue en el florero adornando algún rincón de la casa.
Recuerdo olvidarme de todos aquellos sentimientos inservibles que solo fueron puente para opacar tristezas y sonrisas de llanto. Me propongo a escribir todo lo que no siento y no sentí, porque las letras son el mejor antifaz… jamás había sido tan fácil engañar al amor.
Viví en el papel por miedo a los escalofríos que conlleva una emoción desmesurada o una calma infinita en el vaivén del viento.
No encuentro más valentía en admitir que ayer fui una cobarde conmigo misma.
Todo el día me imaginé desnuda en el esplendor del sol a medio patio. Una cintura iluminada, piel pálida, ojeras agonizantes, las caderas con sus huesos visibles, cabello enmarañado. No hay cuidado en que mis pájaros me vean vulnerable, que los árboles me llamen precoz, las vecinas se cubran los ojos pensando que soy una indecente o el panal de abejas piense que solo soy otra escuincla desubicada en su tarea de vivir. Quién diría que esa adulta con frustración de niña fuese yo soñando despierta.
Jamás me había sido tan triste al comer una pera y dejar escurrir el jugo por los labios como si así pudiera recuperar los besos robados. Al estilo Maga sufro en algún lado, y todavía no sé dónde apretar la piel para disminuir el dolor.
Al estilo de mi vida sigo sonriéndole al espejo porque fue el remedio infalible de la psicóloga escolar para no recordar ausencias naturales y rotas.
Ausencia significa la falta de una silla en el comedor. Ausencia significa despedirse por muchas primaveras esperando el invierno que arrase con todo, incluso con los corazones buenos.
Desde hace tiempo me despido con una facilidad que me viene aterrando todos los días. Si fuera cinismo, si fuera frialdad, si fuera el desapego de la piel al calor humano. Tristeza estúpida. Felicidad estúpida. Son lo mismo. Se puede disimular estar en todos lados sabiendo que se está más cómodo dentro de una misma.
Tan atrapada y tan suelta a la vez. Por Dios que fuera libertinaje, pero ni siquiera podría anclársele una etiqueta a lo que caza todos los días, sobre todo en la mañana cuando nadie ha despertado y la melancolía me amanece con el sol pintado de amores y el cuarto teñido de atardeceres que se van a morir.
Sola.
Gloriosamente sola, como suelen estar las mujeres que deciden no apostar al amor. Tan sencillo desenamorarse con apenas una pizca de tristeza.
Jamás me había divertido tanto dentro de la perfecta escena de teatro donde me permito ser quien se me antoje, aun sabiendo que tendré la resaca de culpabilidad todo el día. Ese crudo azotón de realidad que me hacen todas estas situaciones borrosas y amarillas como para dejar a alguien bizco por mucho tiempo.
Ahora me empeño más en acordarme de todo lo que no necesito en mis días. No pensar tanto, sería la principal. Pienso como si estuviera redactando un anuncio de periódico. Me aburrieron las entrelíneas, me aburrieron los mismos poemas trillados que alguna vez no dejé de leer, me aburrió la música coloquial y lo peor que pudo haber pasado fue aburrirme al intentar sobrellevar la rutina como el hombre de corbata y maletín que compra un café en apuros porque probablemente tiene que llegar al bus antes que su jefe vuelva a entonar el mismo regaño y todo sea más funesto que en un principio. Recordar que tengo alas, sería el segundo recordatorio de una lista invisible. V-o-l-a-r hacia donde no sé. Qué abrumante es pensar que solo tengo dieciocho y me falta vivir más de lo planeado y más de lo que quiero. Los estragos del tiempo son infinitos. Quizá muy lejánamente pronto me enamore, algún día pueda ser mi propia lectora y dejar por la paz el hobbie de huir.
Recuerdo olvidarme de todo aquello que ya se fue y vendrá, que la locura no desanime el camino, que los días nuevos no se desbaraten como un gran regalo de moño dorado.
Recuerdo olvidarme, principalmente, de mí.