Esa carne rosada que se aparece como
un fantasma,
anuncia que detrás de la selva,
o en medio de ella,
puede escucharse una canción.
Ahí me doy cuenta que uno,
en algún momento de esta proyección,
y por un único instante en la vida,
puede estar enamorado por siempre.
Su carne rosada se aprecia como la
piel de un durazno,
y uno lo puede sentirla sin tocarla,
solo con observarla de cerca.
Su rostro está como dibujado,
iluminado por esos enormes círculos
verdes etéreos
que invitan a poder apreciar hasta el
último detalle
aquél mapa de lugares no habitados.
Esa carne rosada que se aparece desde
lo mas alto de nuestras frentes,
parece suspendida en mis tinieblas,
y dibuja en lo mas oscuro,
el sueño mas perfecto.
Ese sueño que uno tiene certeza
que te
deja inerte con solo despertar.
Por un momento al tenerla cerca,
cierro los ojos y busco conocer, o intuír,
si en el espacio se siente algo
diferente,
como magnético.
Algo así como un despegar
proveniente
de algún lugar desconocido.
Todas las mañanas ella ensaya
treparse
al tren de la naturaleza humana
y en medio de la masa,
busca ser confundida en un puñado de
rutina,
pero ella es un ángel que arrastra un
aura esplendorosa.
Y como todo ángel,
brilla en silencio.
02/09/10
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