En una pensión de algún punto del
Reino Unido se vive la trama de esta “fiesta”. Es una casa sajona. Meg y Petey
son el matrimonio propietario del hostal. En ella se aloja un único inquilino,
el joven Stanley. “Stany”, renuente al pegoteo entre maternal y acosador de
Meg, vive la suerte de quien come, duerme y busca trabajo. Su sosiego se dará
de bruces con el comentario de unos supuestos “nuevos inquilinos”. Algo aflora
que es de otro tiempo. Meg será el gallito ciego de la trama, al igual que la
joven y provocativa Lulú.
Lo que parece, no es. La propietaria
convoca a los nuevos inquilinos a la “fiesta de cumpleaños” de Stanley. De muy
buen agrado, Goldberg y Mccan dan rienda suelta a su plan. Es una celebración
bastante particular. Curiosamente, el anciano Petey prefiere ocuparse de sus
asuntos. Y Stanley está allí, encadenado en la silla…la fiesta es en “su
honor”, y no puede irse porque se va a encontrar con la quejumbrosa demanda de
Meg, o peor aún, la mano pesada de Mccan.
El joven verá pasar la fiesta, el
licor, el humo espeso y la irrefrenable sensualidad de la joven Lulú…
Así nos deleita la amenaza constante.
Algo en común tienen estos tipos….pero está escondido, y da a la fiesta aún más
morbo, más absurdidad. Las miradas van a ser diversas, los secretos pululan
entre los tragos y los desvaríos de la fiesta.
En este plano, oscuro, hay algo tan
simple como una celebración; y a su vez simbólico, “una fiesta”, que
transcurre, arrastra las horas con algo ominoso, que no tiene palabra…Stanley
sabe la intención que subyace a los “inquilinos”.
Pinter nos acostumbra a esta tensión.
Único al momento de poner delante de nuestros ojos lo absurdo de muchas
relaciones, también nos invita a perdernos dentro del laberinto. Este contraste
entre el convencionalismo y su apariencia, siempre tienen lo impredecible en el
fondo. Obras como “El cuidador”, “El montaplatos”, “Una noche de juerga”, nos
relatan también díadas o tríadas de personajes donde de alguna manera algo pasa
al acto y derrama la verdad.
No es suspenso…o es el suspenso ya
instalado, continuo, rodeado de la vida sajona “normal”. Algo de esto podemos
ver en “The Servant” película de Joseph Losey (1962), donde fue
Harold Pinter parte fundamental de la confección del guión.
“La fiesta de Cumpleaños”,
obra impecable, atrapante, con una ambientación maravillosa y un gran elenco,
cuya performance está muy a la altura del mundillo del dramaturgo, sin
apoquinar sensualidad y emoción en cada segundo.
La obra se presenta en un espacio
bellísimo, que se llama Teatro Hasta Trilce, ubicado en Maza
177 CABA.
“La fiesta de Cumpleaños” de
Harold Pinter. Teatro Hasta Trilce, Domingos 20:30 hs.
Elenco/ Ficha Técnica:
“La fiesta de Cumpleaños” de Harold
Pinter
Stanley: Anibal Brito
Meg: Marita Llorens
Petey: Alejandro Cardozo
Goldberg: Julio Pallares
Mccan: Ariel Morosin
Lulú: Rocío Ambrosoni
Vestuario: Anahí Fernando/ Asistente de Vestuario: Cecilia Jazmín / Realización
escenográfica: Antonio Regueiro / Diseño de luces: Damián
Monzón / Música original y diseño sonoro: Matías Niebur y Nicolás
Bari / Diseño gráfico: Eduardo Cazaubon / Fotografía:
Ignacio Salinas / Maquillaje: Atina del Valle / Prensa:
Silvina Pizarro
Asistente de dirección: Mariano Basile / Producción ejecutiva: María Eugenia
Lombardi
Dirección: Marina Kryzczuk
Traducción: Rafael Spregelburd
Crítica de Guido Facile
Perfecta la puesta. La tension entre el absurdo y lo ominoso. Impecable actuacion especialmente de Marita LLorens y de Pallares. El espacio Hasta TRilce un placer.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Eliminarmuchas gracias
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