Tiempo:
segunda mitad del siglo XIX, la denominada “Conquista del Desierto”, que de
desierto no tenía nada pues esos parajes estaban habitados, y de conquista tuvo
mucho, al punto del exterminio.
Lugar:
sur de la provincia de Buenos Aires, la línea de fortines como el límite de la
civilización. Un fortín olvidado, en el profundo sur.
Una
guarnición del ejército entra en crisis cuando su comandante, los soldados y una
compañía de teatro europea en gira, se disponen a organizar los festejos del 25
de mayo. Se espera la visita del presidente, el general Roca y se preparan para
la ocasión: limpieza, orden, afeites varios y… un fusilamiento.
Es
la pampa bárbara, es la construcción de la patria. ¿Cómo puede haber fiesta sin
un poco de derramamiento de sangre? Así se ha construido (y se construye) el
devenir de nuestra historia como país.
El
soldado sentenciado confiesa al comandante cómo fue que desertó: La luz de una
noche de luna le mostraba dónde estaba su mujer y su hijo, hace ya diez años
abandonados. Entonces se dispone a caminar hacia ellos. Caminó como enloquecido,
subyugado por un claro de luna.
La
actriz, cabeza de la compañía (es interesante observar que estas actrices o actores
se comportaban tal un general con sus soldados, decidían acciones y voluntades),
se conmueve por la suerte del sentenciado y condiciona la presencia de los
actores en las festividades patrias, a cambio de que no se fusile al condenado.
El comandante se niega, sus argumentos son sólidos: ¿Qué sería del orden
establecido si no se castiga al desertor? En pocos días el fortín quedaría
vacío. La actriz insiste, alecciona, desafía: ¿En quienes nos convertimos si
solo hacemos “lo que hay que hacer”, si no lo reflexionamos? Y una vez reflexionado
qué, si no convertimos en acto nuestra decisión.
Todo
esto, actuando un fragmento de “Hamlet”, de W. Shakespeare, delante del comandante,
obra ésta que lleva en gira con sus trastos, sus carromatos y sus actores.
Shakespeare ante la inmensidad de la pampa.
Ambos,
actriz y militar, discuten el concepto del honor, cada uno con sus ideas, con
la experiencia del mundo que llevan a cuestas, como saben, como pueden. El
comandante se niega, amenaza y sostiene su decisión. Es un hombre áspero, tallado
a la medida de sus circunstancias, pero aún no se ha embrutecido, no del todo
al menos. Acepta un acuerdo: se mantendrá el fusilamiento, pero sin muerte.
Esto es, se lo actuará y luego se sacará al desertor en el carromato de los
artistas. La reticencia de los soldados, la del ayudante del comandante y la del
condenado, a “actuar”, que para ellos es mentir, enrarece las situaciones; el comandante
que es herido por una flecha aborigen lo complica todo, lo trastoca y arrebata…
Interesante
texto de Eva Halac, construido con dinámicas peripecias e ideas en juego. La
puesta en escena es ágil y sostiene el ritmo acentuando los momentos de humor,
para equilibrar los de crueldad, que ese episodio de nuestra historia posee en
demasía.
El
diseño escenográfico: un picadero, que hace las veces del interior del fortín,
y alude al circo criollo (nuestros inicios teatrales), a pelea de gallos, a
trazo grueso, bosta y animalidad, resultan un atractivo espacio para la palabra
shakesperiana y el decir gauchesco. La música en escena aporta al clima de la
obra.
Las
actuaciones son buenas, las de todo el elenco.
Atractiva
propuesta.
A.R.
BELANO
Autor:
Eva Halac
Elenco:
Catherine Biquard, Mucio Manchini, Martín Caminos, Leandro, Cóccaro, Martín
Rebechi, Julián Martinez.
Dirección:
Hernán Marquez
Prensa: Silvina Pizarro
Sábados
18hs
Sala:
SANTOS 4040. Santos Dumant 4040. CABA
Crítica: Gustavo Daniel Oviedo
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