Querida:
Buscarme entre recortes, hallarme en alguna sonrisa desconocida. Escuchar el
murmullo de tu corazón en el mismo momento que me matas. Bruja olorosa y febril,
entre tus piernas, entre la sagacidad de tus muslos, vuelvo aunque tú no
quieras, vuelvo a encontrar perfecta y más que silenciosa, silenciada, la joya
marina, hueco de tu ser, al que por más que intento, no encuentro equivalencia.
Porque
si mis ojos son a tus ojos los ojos del universo. Y mi boca en tus pechos,
simple ecuación donde el recuerdo vivo ahora entre nosotros, no permite saber
de quién son los pechos y de quién la boca.
Y
acepto, mi amor, que mi culo es a tu culo, nuestra igualdad definitiva. Y tu
clítoris es a mi pene la representación de un sentido, más que tus órganos en
competencia.
Tu
vagina, mi amor es la experiencia de una verdad inexistente. Algo que no tiene
con qué compararse, no puede medirse y algo que no puede medirse, no sólo es
infinito, sino también irracional y por lo tanto, tarde o temprano, su
desarrollo terminará cuestionando los sistemas de medida. Por todo esto quiero
decirte, que la vagina no existe.
Porque
no solo la mujer actual prefiere imaginarse una vagina sin orgasmo, tengo que
decirlo, que también el hombre actual prefiere una vagina sin palabras.
Y
por ahora somos todos iguales.
Y
como sabemos la igualdad, cuando se trata de lo humano, solo es posible
mediante una fuerte y constante represión. Represión que en todos los casos se
verificará sobre el punto que podría desestabilizar el poder, mostrando las
diferencias.
Tu
vagina, mujer. Cántaro desgarrado e inerme, yace silencioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario