Charles Blondin
(1824/1897), acróbata francés, entre otros desafíos, cruzó las Cataratas del
Niágara caminando sobre una cuerda y lo hizo en varias oportunidades. Portando
una larga vara, con los ojos vendados, arrastrando una carretilla, cargando a
una persona sobre sí o deteniéndose a mitad de camino para cocinar una
tortilla, todas ellas eran opciones válidas a su rutina de caminar por la
cuerda floja por sobre una abismo acuoso.
Un Blondin ya maduro y
seguro de su espectáculo, recibe la visita de un admirador joven y desafiante,
un apologista descontento, alguien para quién su héroe (Blondin mismo) se ha
convertido en un empresario más que un acróbata, un hombre ya tan seguro de su
espectáculo que no resulta inquietante y solo vale para contar el dinero. El
joven admirador le reclama a su héroe que sea inconformista, que no haga de la
audacia un negocio sin vuelo ni desafío.
Le reclama que sea la
razón por la cual él está allí: un hombre que camina vida a cada paso y no uno
que cuenta los billetes a cada metro.
Metáfora de estos tiempos
tan grises, de mediocridad festejada.
El espectáculo está bien
actuado y correctamente realizado.
AUTOR: Alonso Alegría
ELENCO: Adrián Navarro, Álvaro Ruiz
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Sabrina López Hovhannessian
MÚSICA: Sergio Vainikoff
ILUMINACIÓN: Sebastián Crasso
DIRECCIÓN. Eduardo Lamoglia
Teatro EL TINGLADO
domingos 16 HS
Mario Bravo 948 CABA
Crìtica: Gustavo Oviedo
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