jueves, 30 de junio de 2011

DANIEL CHARMS - CUENTOS -



Un soneto

Hoy me sucedió algo extraño: de repente olvidé si primero venía el 7 o el 8. Fui con mis vecinos para conocer su opinión sobre esa secuencia. La extrañeza de ellos y la mía fueron grandes cuando, de pronto, descubrieron que ellos tampoco podían recordar cuál era el orden de esos números. Ellos se acordaban de contar 1, 2, 3, 4, 5, 6,; pero olvidaban qué número seguía. Entonces decidimos ir a la tienda más cercana, la que está en la esquina de las calles Znamenskaya y Basseinaya, para consultar ese asunto con la cajera. La cajera nos sonrió como padeciéndonos, se sacó de la boca un martillito y, moviendo su nariz con suavidad hacia adelante y atrás, nos dijo:
            –En mi opinión, el siete viene después del ocho sólo si el ocho viene después del siete.
            Le dimos las gracias a la cajera y contentos salimos de la tienda. Pero luego, pensando con cuidado en lo que dijo la cajera, nos pusimos tristes porque sus palabras estaban vacías de significado.
            ¿Qué se supone que haríamos? Fuimos al Jardín Primavera y empezamos a contar árboles, pero al llegar al seis nos deteníamos y empezábamos a discutir. Algunos opinaron que el siete era el que seguía; pero otros decían que era el ocho. Estuvimos discutiendo mucho tiempo cuando, por un golpe de suerte, un niño se cayó de una banca y se quebró las quijadas. Eso nos distrajo de nuestra discusión.
            Y cada quien se fue a su casa.
                                                                                                      12 de noviembre, 1935.


Incidentes

Orlov comió muchos frijoles fritos y murió. Y cuando Krylov vio a Orlov muerto, también murió. Pero Spridolov murió sin razón alguna. La esposa de Spridolov  se cayó en la cocina y también murió. Pero los hijos de Spridolov se ahogaron en un estanque. Mientras tanto, la abuela de Spridolov se volvió alcohólica y se fue de vagabunda. Pero Mikhailov dejó de peinarse y se enfermó. Kruglov le dio un latigazo a una dama y enloqueció, Perehvostov compró un alhambre por 400 rublos y se sintió tan vanidoso que lo echaron de su oficina.
            Son buena gente pero no saben controlarse 
                                                                                                             22 de agosto, 1936.


Una ilusión ópticaDaniil Kharms.
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Semion Semionovich, se puso las gafas, miró hacia un pino y vió a un hombre sentado sobre el pino enseñándole el puño.

Semion Semionovich, se quitó las gafas, miró al pino y vió que no había nadie sentado sobre el pino.

Semion Semionovich, se puso las gafas, miró hacia el pino y vió otra vez a un hombre sentado sobre el pino enseñándole el puño.

Semion Semionovich, se quitó las gafas, miró al pino y vió otra vez que no había nadie sentado sobre el pino.

Semion Semionovich, se puso las gafas, miró hacia al pino y vió nuevamente a un hombre sentado sobre el pino enseñándole el puño.

Semion Semionovich, no quiso dar crédito al fenómeno que había presenciado y consideró que todo era una ilusión óptica.
Un Encuentro
El otro día un hombre fue a trabajar pero en el trayecto se encontró con otro hombre que había comprado una hogaza de pan polaco y que iba en dirección a su casa, a su propia casa.
Eso es casi todo..

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