Observamos un recodo en un bañado, un
remanso de un río, vegetación, flores, plantas acuáticas, agua, nenúfares,
flores de irupé...y al Hombre Muerto, y a la Novia Errante, como fantasmas de
lo que han sido, como leyendas de lo que son.
El amor los convoca en ese espejo de
agua, pasaje de un mundo con la solidez de la carne, al otro mundo, el de lo
efímero e inasible, tránsito órfico a lo desconocido. Aquel mundo, del que
nadie vuelve, dicen…
Pero a ellos los reclama un amor como
un turbión, una risa en la siesta, el chapotear de un niño, un reflejo de luna
en el río, una brisa, una palabra galante, el cuello esbeltamente inclinado de una mujer, una novia en el tiempo,
un hombre con lo que un hombre desea y teme, la eternidad.
Ambos, la Novia Errante y el Hombre
Muerto, llevan separados mil años y se encuentran y se pierden en un juego de
repeticiones, levemente iguales, sutilmente diferentes, para volver a
sumergirse en las insondables profundidades
pobladas de voces y sombras, y
miríadas de peces que los miran con ojos de asombro…
Una escenografía expresiva, la
iluminación brinda climas de ligereza y ambigüedad. La música en escena
envuelve el relato aunque no siempre resulta funcional. Tal vez menos es más.
Buenas actuaciones conforman un espectáculo para apreciar, como se puede leer
un cuento de J.J.Saer en una siesta del estío.
Dramaturgia: Fabián Díaz
Música: Mercedes Lescano
Escenografía y Vestuario: Isabel Gual
Elenco: Gabriela Pastor, Fabián Díaz
Dirección: Manuela Mendez
Prensa: Correydile Prensa
Crítica: Gustavo Oviedo
Sábados 20 Hs. Teatro
Abasto Social Club
Yatay 666 CABA
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