martes, 8 de mayo de 2018

CRÍTICA A LA OBRA TEATRAL "YO, ENCARNACIÓN EZCURRA"





Encarnación Ezcurra, mujer de Juan Manuel de Rosas, está sola en su habitación, sola con sus cartas, las que escribía a su marido el caudillo, que como tal recorría para dominar, para domar la pampa salvaje.

Clara figura ésta, que muestra a quién corresponde qué: espacios, ansias, mandatos. Para arrogárselos, en esos tiempos crudos.

Estamos hablando de la primera mitad del siglo XIX, de una Buenos Aires pos revolución, de un territorio con una independencia nueva, informe, buscadora de expansión y límite. De un país a organizarse. Estamos hablando de los inicios de los dos primeros partidos políticos en el país, que surcarán la centuria a fuerza de lanza, de bala, de espada. Que fusilarán sumariamente, colocarán cabezas en lanzas, huirán con los despojos de su comandante al exilio, crearán resbalosamente una canción para el enemigo que patina en su sangre. Compondrán civilización interpretando barbarie.

A caballo. A lo macho.

Estamos hablando de Encarnación Ezcurra.

La mujer de Rosas, fémina de fina inteligencia y grueso coraje, supo tomar las decisiones para procrear y luego sostener el poder de su marido. Acordó, protegió, ahijó, concedió poder y lo quitó, decidió sobre acciones a tomar y vidas, como un hombre hizo política siendo mujer, en un tiempo de dominio absoluto de los hombres. Y como ellos, supo ser cruel. Y supo proteger.

“Yo, Encarnación Ezcurra” nos conmueve con la desaforada impronta  de su tiempo, con sus motivaciones, sus secretos, sus amores y odios igual de desmesurados, su gusto por las costumbres de los negros, el pueblo más descastado de ese tiempo (solo por debajo, los dueños de esta tierra: los pueblos originarios), su desafío a las convenciones, su coraje femenino.

Estamos hablando de Encarnación Ezcurra: esa mujer.

El texto de Cristina Escofet posee la carnadura pertinente para el desenfreno. Se inmiscuye en la interioridad del personaje hasta la laceración. Y no le es ajeno los recovecos donde se esconde la ternura.

La escenografía, sobria, permite el cauce natural del relato; y la iluminación con puntuación sutil, lo enmarca. No sería el mismo espectáculo sin los músicos en escena: dan clima, sentido y lúdico juego con el personaje.

Muy buena la dirección y la puesta de Andrés Bazzalo.
Lorena Vega… ¿Qué decir de ésta actriz?

Quieren ver, sentir, conmoverse, tocar un momento de maravilla…

Pasen y vean a una actriz de excelencia, en un trabajo relevante.

Autor: Cristina Escofet

Elenco: Lorena Vega

Músicos: Agustín Flores Muñoz, Martín Miconi, Malena Zuelgaray

Iluminación: Soledad Ianni

Dirección: Andrés Bazzalo


Domingos 18 HS.    Teatro Del Pueblo
Av. Roque Saénz Peña 943  CABA

Crítica: Gustavo Oviedo

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