lunes, 5 de mayo de 2014

Raúl Soldi

Soldi habla, de hecho lo hace a través de su pintura, acerca de la música, pero desde un lugar que no se ubica en la inspiración sino abandonando ya todo aquello que lo rodeó desde pequeño y, a la vez, incluyéndolo, porque lo implícito es una marca irrevocable: nace impuesto por una época a la que se pertenece, un lugar y, por sobre todo un arte que no se separa de las cosas. Soldi es entonces esa sensación de vivirse dentro de la partitura, donde leerla es escuchar, sin dudas, como ver un trazo y otro, quiero decir, el movimiento.
Y es que, al ver varias de sus obras, no puedo evitar pensar en Mozart ni en esa película tan bien contada por Milos Forman: Amadeus. Cabe destacar que la rivalidad entre Antonio Salieri y Mozart en el film no está fundada en algo meramente real, sino que son recursos literarios utilizados para la obra de teatro anterior.
En esencia, se sabe, todo lo deslumbrante, lo inalcanzable suena en color, a modo de festejo en un bastidor que reflexiona arduamente, así como también en el género operístico, donde Wolfgang no sólo escribía compulsivamente sino que 'la veía y la escuchaba' durante la composición.
En rigor, como hemorragia cultural, la vida de los artistas no insiste solamente en el movimiento creado en la obra. También el espectador es ese artista siempre distinto, con otra niñez, otra época y otro lugar, que recibe dicha estética y la responde, en forma de emoción o rechazo.
Cada obra es, seguramente, millones de obras, infinitas obras, de acuerdo a la cantidad de ojos, penas y regocijos posibles.


Aquí entonces, una representación de su pintura.


Raúl Soldi




Noelia Palma

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