martes, 7 de agosto de 2018

ENTREVISTA LITERARIA AL ESCRITOR ALEJANDRO LANÚS





LLTV: Los tres libros más importantes que hayas leído o que mayormente te constituyeron como persona.

AL:  Mencionar únicamente tres libros es algo así como pretender que el mar se estreche en un pequeño canal. Hay libros que son únicos como “El señor de los anillos” o el “I Ching” o, mismo, el “Tao Te King”, por mencionar algunos donde se aúna la sabiduría y, en el caso de Tolkien, que nos permite quitarle el velo a la compleja trama de la vida, un libro que simula ser de ciencia ficción pero, para mí, desnuda todo lo que hemos vivido en tantas eras del planeta, todo lo que hay en el hombre y cómo éste es corroído insistentemente por el poder. Siempre me han marcado los libros que te interpelan más que los que te apartan de la realidad y, en particular, en mi forma lacónica de escribir, han sido decisivas las “Voces” de Porchia, ese poeta que  parecía ser un especie de monje budista perdido en Buenos Aires. 

LLTV: ¿Cuál fue el último libro que leíste?
AL:  Jamás leo un libro solo, leo de a seis, de a siete, de a tres, salpicado; casi no leo autores contemporáneos. Hace ya muchos años que no leo novelas, leo más bien poesía, filosofía oriental, algún que otro aforista clásico: Lichtenberg, Ciorán, Nietzsche.

LLTV: ¿Qué libro te marcó algo para siempre y por qué?
AL:   El libro que me hizo entrar en la literatura y que “Lengua” dejara de ser una materia farragosa del colegio, fue “Mi planta de naranja lima”. Lo leí una sola vez, en mi infancia. Tenía unos 10 años, me había mudado hacía muy poco, el departamento nuevo era un verdadero “campo de batalla”, un desorden total, cajas arrumbadas, muebles mal ubicados, nada estaba es su lugar, sólo mi velador, mi libro y yo, recostado, en diagonal al cuarto, en un colchón en el piso. Era de noche, recuerdo que mi madre, de a ratos, me exigía: “apagá la luz”. Desobediente, como solía ser, caminé sigilosamente sobre el piso de madera para entornar la puerta y de ese modo continuar, en forma ininterrumpida, mi lectura. Me sentí, como nunca antes, el protagonista de la historia, como luego me sucedería con Huckleberry Finn, Tom Sawyer, El Principito y tantos otros. Fue el primer, y creo que el único libro, que leí de corrido; soy más bien anárquico en mi forma de leer: nunca leo un libro desde el comienzo.

LLTV: ¿En qué circunstancias escribís?
AL: No escribo tomado por las musas, ni bajo ningún efecto, escribo más bien por necesidad, a modo de catarsis, para sanar heridas. Escribir es ganarle una batalla al espanto. La realidad, en general, se torna patética, absurda, tiene infinidad de aristas insólitas y, de repente, sentís que se afilan y se vuelven como lanzas contra vos; ese es uno de los mejores momentos para escribir, como un desquite de la realidad: escribir, como una búsqueda de respuesta al horror, es una abstracción que puede salvarte. Pero también me sucede de estar en la vereda opuesta de ese estado primitivo, donde uno no controla el proceso; uno se percibe en profunda calma, en un especie de estado meditativo que también te invita a escribir: se podría decir que uno escribe en los extremos.

LLTV: ¿A qué personaje de qué libro invitarías a tomar un café, y por qué?
AL: No vengo del mundo de la ficción, más que a un personaje elegiría a un autor, me encanta Ciorán, como personalidad: escéptico, fragmentario, punzante, fuera de las convenciones literarias, un hombre que, para escribir, dejó atrás su lengua materna, no aceptaba premios literarios, ni participaba, obviamente, del esnobismo que circunda al arte. Me gustan los personajes marginales y los renunciantes, como Ryokan o Wittgenstein que rechazaron su herencia o, el mismo Porchia, que abandonó su obra: cuando sus libros “molestaban” a los ojos de un burócrata de la “Agrupación de Gente de Arte Impulso”, éste le solicitó al poeta que retirara sus cajas de libros porque ocupaban espacio en un gran galpón, de inmediato, Porchia, sin defenderse, los donó a una distribuidora de bibliotecas municipales, librando así su obra al azar, restándole importancia, una forma de condena. Sus libros se irían perdiendo en anaqueles de bibliotecas barriales que nadie consultaría, dado que se trataba de un autor desconocido, quién va a consultar un libro que no conoce.

LLTV: ¿A qué personaje de qué libro invitarías a comer en tu casa dispuesto a divertirte y pasar un buen momento, y por qué?
AL: Bueno, veo que insistís, me encontraría con “El Principito” aunque, tengo la sensación, de haberlo conocido. Viajaría a varios planetas solitarios con él,  a más de un asteroide, más que quedarnos a comer en casa.

LLTV: ¿Recordás qué libro te generó muchísima expectativa y te defraudó en la misma o mayor proporción?
AL:  Ningún libro me genera expectativa. Si un libro no te gusta, sólo tenés que cerrarlo, ese libro no fue escrito para vos.

LLTV: ¿Qué cosa es lo que más te sorprende de la humanidad?
AL:  La estupidez, es desmedida, como pocas cosas he visto en la tierra. El hombre se inventa un sistema de creencias, cree en él y después es capaz de matar e incluso de morir por algo que heredó. Ve una realidad que no le agrada y no hace nada para transformarla. Forma parte de un sistema de vida del cual comparte poco y nada y se queda al margen. De vez en cuando, tiene un lapsus de conciencia que lo incomoda, que lo pone ante su patetismo y lo invita a reaccionar. Uno podría imaginar que con esa chance en sus manos es capaz de revelarse, sin embargo, nadie es más pusilánime que él: cierra los ojos, se pone los zapatos, los lustra, se ajusta la corbata, se arregla la camisa y sale a trabajar manso, como una vaca va a su matadero. Pulula, hociquea rutinas, concibe hijos con extraños, a quienes considera pares, apenas unos pasos más tarde, se separa e, invariablemente, convierte a su “amor” en su enemigo. Paga religiosamente sus cuentas para incrementar las arcas de una corrupción sistemática, sabe que los políticos cambiarán una y otra vez de bandera y que ignorarán por completo a quienes los han abonado.  Esa es la “vida” del bípedo modero, idéntica a la de un sonámbulo que, en cualquier ocasión, es alistado para ir a una guerra ajena: vivimos en un planeta de ideas absurdas y nos adaptamos y aferramos a ellas.

LLTV:  “Umbrales” tuvo un eco muy importante en el mundo digital, más de 500.000 lectores te siguen en las redes sociales, a qué se debe el éxito y cómo repercutió eso en vos, en tu obra.
Es imposible saber por qué me siguen las personas, tal vez persigan quimeras, cómo saberlo. Pero bueno, lo más gratificante es haber recibido un cariño desmedido que me ha permitido conocer a infinidad de lectores, al igual que a una gran cantidad de artistas, lo cual es un verdadero halago. Siempre es lindo conocer otros mundos, expandirnos en el otro. En mi caso, tuve la suerte, de fusionar con varios artistas; es un honor comulgar en el arte, es una de las cosas que más sentido le ha dado a mis  “Umbrales”. Desde el momento en que un lector u otro artista le da un giro a tu mirada es cuando te das cuenta que tu obra ya no te pertenece, pues ha tomado nuevos estados.

LLTV: ¿Es tedioso tener que responder a la demanda de tus lectores en las redes sociales, cómo te ordenás ante tal demanda?
En un momento, llegué a sentir un hastío virtual, me vi superado por una demanda de cariño, de diversos sentimientos y peticiones, me sentí arrasado. Estuve un par de años semiparalizado, había optado por no responder más y, en ese no sé que tiene expansión, se acercó Francisco Cayol, que es quien maneja -junto a otras personas- mi imagen en todo lo referido a Redes Sociales y el mundo digital. Trabajamos en equipo, me enseñaron cómo comportarme en todo este universo nuevo para mí y, también,  me ordenaron todo mi caos digital, se los recomiendo calurosamente: http://www.franciscocayol.com
  
LLTV: ¿Qué diferencia vez entre lo digital y el mundo real?
 El mundo virtual no es más que un reflejo del mundo real, son mundos afines, no noto demasiadas diferencias: lo virtual es un espejo de lo concreto. Uno podría creer que el mundo real es el mundo de los sentidos, donde uno pude palpar las cosas, pero también se puede acariciar desde lo virtual e, incluso, sentir a través de una pantalla. Tengo la impresión de que lo virtual le va quitando cada vez más espacios al mundo real. El peligro que corremos es quedar escudados en lo virtual, en la protección que te genera estar en tu hogar y, de ese modo, quedarnos alienados, privándonos así del mundo real.

LLTV: Estás presentando tu libro “Umbrales”, contanos cómo nació y dónde se pueden ver tus citas
AL: “Umbrales” no se presenta -me aburren demasiado las presentaciones- no está en librerías, ni en el circuito comercial, se va expandiendo misteriosamente en internet, mis lectores suelen ayudar mucho y compran mi libro a través de mi Web Site: http://www.alejandrolanus.com 

LLTV: ¿Proyectos en los que estés trabajando para el 2017?

AL: Hace Poco, Ona Vargas, hizo una canción, “Renacer en la flores”, en la cual hilvanó algunos de mis aforismos de la primera edición de “Umbrales. Ahora estamos trabajando en el guión del video clip que esperamos hacer junto a artistas visuales.


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