miércoles, 4 de junio de 2014

CRÍTICA A LA OBRA TEATRAL "CUANDO EL TIEMPO ESTÁ DESPUÉS"




¿Quién soy?

El valor de un símbolo, comparado.

El ser humano distinguido, por ser incapaz de aquella independencia natural. 


El tiempo está después reversiona la historia contada por Calderón de la Barca “La vida es sueño” sita en un castillo, riqueza y un altillo, en lugar de este sótano marcado con cinta como lo dispuso aquí su director Jorge Acebo, en su puesta.
El saludo personalizado de Hilda Bernard, y el pedido de “apaguen celulares” hace notar cómo no dejaron escapar detalles. En los detalles existe un nuevo mundo.

Los nombres se mantienen, Basilio, Segismundo, y Rosaura. Los actores Jorge Diez, Marcela Ruiz, Nicolás Condito, Mariela Rodríguez y Natalia Pascale, están justos en las acciones. Desbordan por momentos y vuelven al origen. El grupo circula, y este recorrido de energía tal vez sea el responsable de que sin darte cuenta quedes metido en la historia, como un personaje más que sólo observa.  

González Catán es el lugar que eligió para que ésta familia coma en la cocina. Ésta familia de cuatro integrantes, que casi de manera permanente puja por ser tres.  

Cuenta la historia que, ese niño está encerrado, no se sabe cómo, tampoco qué razón pudo llevarlo hasta allí. Si fue una excusa. Si fue su destino. Si es su deber el de aprender como la vida quiere enseñarle. Si es responsable por sus padres. Si sabe quienes son realmente.  

El niño no escuchó nunca el sonido de su nombre fuera de esas cuatro paredes. Pero al momento no es ya un infantil hombrecito, ya creció y al cumplir 21 años desató aquella promesa olvidada por la madre sin nombre y el padre entristecido.  

Una hermana boyando ping y pong, rebotando entre las paredes, yendo a quererlo escondida. Pide saber, pero le dicen con regalos, parece, para que no dude.  

En esta obra vi divididos a los actores entre personajes y persona actuando, una línea separa la escena del tiempo real, y al cruzar el límite, los que no juegan descansan, varían el vestuario, y miran lo que no están viendo en el tiempo compartido.

Quedan pendientes y en pausa hasta volver a entrar al escenario. 

Las paredes allí no hablan porque no existen, los ambientes se limitan con cinta, separando la cocina del sótano. Y la magia después sucede sola, entre ellos y nosotros, entre cosas que se dicen y se saben por la mitad.  

Algo en el aire distrae la mirada de los padres. Recuerdan. Vuelven, y recuerdan.

Oprime el pecho quizá.

La muerte en vida que nace al decidir sobre un igual.

El detener el tiempo de la libertad, exento del poder de cualquier cosa/ persona, la libertad. Nada entre todo.

Pan y agua.

Si t (tiempo) =0 (cero); sólo se analiza un punto. 

…aquello en un instante y por completo se vuelve irreal.  

¿Lo contemporáneo, entonces, en nuestro punto de caos debería transmitir alegría, porque necesitamos calma? Tal vez la calma pueda hacerse presente desde la alerta de lo que nos tensiona.  

Termómetro animal – encierro – sexo – humildad – miedo – aceptación – creernos incapaces.  

El impacto de la palabra de autoridad.

Pobreza (¿qué es la pobreza?)

Marginalidad (¿qué es la marginalidad?). 

Los límites, que difieren de los extremos del poder del dinero.

El pudor.

El otro.
 

Los maestros disfrutan de una necesidad que les excede y es la de transmitir.  

Una vista que se nos pone enfrente, la familia desgranándose, lo bueno de todos nosotros lo oscuro, del mismo modo. El potencial y no hacer. La responsabilidad de saberse cómplices.  

Esta pieza exquisita para mi gusto, ya termina. No está bueno que te la pierdas, no deberían dejar pasar la oportunidad. No vas a poder irte sin tomar conciencia.  

¡Gracias a todos por el momento que me regalaron el viernes, me emocionó mucho!


Colaboraciones

Voz en off de periodista: Edward “polaco” Nutkiewicz

Voz en off inicial: Hilda Bernard – Alejandro Awada

Dramaturgia y dirección: Jorge Acebo

Prensa: Marisol Cambre

Crítica realizada por Laura Soledad Beraldi
 

 

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