¿Qué hace el hombre cuando tiene
un problema?
La respuesta es sencilla, huye. Huimos de nuestros temores, de
nuestros prejuicios... Y huir en esta obra, es el disparador del conflicto.
Ellas huyen a un país exótico, si a Egipto. Cada vez que escapamos, buscamos
respuestas necesarias para nuestra existencia. Yo cada vez que tengo un
problema, recorro las calles de mi barrio enemistado con mis problemas y
reflexiono conmigo mismo. Para mi es superador y calma a esas ideas locas que
me acosan.
Ellas huyen a otro país, a otra cultura, su propia realidad las ha
superado. ¿Juzgarlas?. Desde mi humilde realidad te respondo, no son culpables
de lo que les sucedió en la vida, son dos mortales como vos o como yo. ¿Acaso
yo soy culpable de refugiarme en la soledad de esta ciudad que rompe corazones?
No lo soy, entonces ¿las puedo juzgar a ellas por viajar?
Egipto es una excusa,
el viaje es encontrarse con uno, es encontrarse con su pasado para poder
enfrentar el presente. Egipto es un viaje al interior de estas mujeres que
encuentran malestar en la cultura. Y del malestar habla la obra, se plantea lo
que es ser mujer en un universo machista y por eso las reivindica. Ellas dicen que
no la pasaron bien en la estigmatización del rol femenino. Ellas creen que
tienen suficiente potencial para poder igualarse a esa persona que lleva dos
siglos sometiéndolas.
Si, por lo que te dije que es una obra feminista y a mí me gusta cuando
ellas toman la palabra y reniegan de su sometimiento y se rebelan a la
inculcación cultural.
Por suerte, ellas hablan y luchan por la igualdad, ¿Las
podemos cuestionar?. La respuesta es no, tal vez a vos no te agrade por ser
machista. Ellas enarbolan sus banderas y la sociedad proclama por la igualdad
de género, como si las mujeres fueran algo diferente a los hombres. Poseen
igual psiquismo que los aquellos que son el "sexo fuerte". Ellas tienen sueños,
fantasías... Esas ganas locas de ser alguien en la vida, la vida no se les
restringe a la procreación. Ellas buscan su camino y por eso enarbolan la
bandera de la igualdad. Quieren ser algo más que un vientre. Por eso huyen,
para reencontrarse en su rol femenino y para demostrarle al mundo que deben ser
escuchadas.
Este es el conflicto de estas dos heroínas que se buscan. Una consagrada,
la otra la otra reprimida. Y ellas son parte de este entramado social, no son
voces de segunda categoría. Ellas son, la historia busca darles identidad y por
eso es necesaria esta obra porque habla de ellas, desde su pertenencia en el
mundo y porque no de sus frustraciones. Ellas tienen sus ideales y yo un simple
servidor al universo femenino, brindo por ello.
Al comenzar la crítica te dije
que camino por los cien barrios porteños, ellas eligen la catarsis como
elemento superador a su propia historia. Las historias de ellas no fueron
fáciles, si lo miramos desde nuestra mirada podemos afirmar que todos tenemos
un muerto en un placard. Ellas elijen a una desconocida. Y contarle sus
desventuras en este mundo, hacen catarsis. A veces en la vida es más sencillo
contarle a un desconocido. Sabes que no lo vas a ver nunca más. El anonimato da
fuerza para hablar de nosotros. El otro se entera de lo que contamos y eso
permite aliviar nuestra propia existencia. A mi pasa, que le cuento al
psicólogo y dejo que él sea Dios inquisidor y es parte de mi vida. No es
cuestión de ponerse moralista, cada uno sabe lo que le libera y yo soy un
simple espectador de la vida ajena.
“La patada del camello” te invita a entrar
en el mundo de las mujeres, en su forma de narrar sus experiencias de vida. Es
una obra psicoanalítica, aunque a mí la catarsis no me guste. Y al espectador
lo indaga, le hace preguntar ¿Quién soy?, ¿Adónde voy?, ¿Qué hice de mi
existencia? Interrogantes universales, el motor de la vida. Otro elemento que
surge es el rol del varón desde la mirada femenina y no es muy halagador, pues
claro llevamos años sometiéndolas y esa es la venganza de eso que llamamos "sexo
débil".
Dos mujeres y un pasado pasado
por agua. Dos heroínas, una Sofía González, una artista plástica consagrada y
bisexual, como contrapartida esta Sandra Criolani, una mujer reprimida y
tristemente casada con un hijo. Ellas solas en un avión cuentan sus peripecias
de ser mujer. En este universo hay lugar para el varón, Federico Ferreyra, un azafato
cholulo como una mujer que mira “Indiscreciones”.
Aquí se invierten los roles y
para mi es una jugada magistral de la obra. Si te cuento que el director es un
hombre, te vas a caer de espalda, Ernesto Domínguez. A pesar de ser varón,
entiende a las mujeres mejor que nadie y te toma de las manos para que ellas
hablen de sus peripecias y de sus necesidades. Lo más logrado es que a pesar de
contar bajezas de la vida, no te pega en el hígado. Todo se enuncia con total
normalidad, como la vida misma. Y transcurre en un avión, pero bien podría ser
el dialogo entre dos mujeres en una peluquería.
No puedo dejar mi fanatismo por
el feminismo, y vos te me dirás que ellas han alcanzado igualdad, mi respuesta
es no. Todavía son maltratadas por el macho cabrío, todavía son relegadas
socialmente, laboralmente y culturalmente.
¿Acaso el aborto legal, no es un
derecho de elección de las mujer? No te pienso responder, pero la obra toma
partido. Mirala y te vas a dar cuenta cual es el posicionamiento de Sofía
González y de Sandra Criolani, dramaturgas de este culebrón feminista.
Yo salí
a la calle y camine sin rumbo, pensando cuál era “Patada del camello” y me
sentí feliz.
Crítica: José Marina
Ficha
técnica
Autoras:
Sofía González y Sandra Criolani
Dirección:
Ernesto Domínguez
Elenco:
Sofía González, Sandra Criolani y Federico Ferreyra
Voces off:
Barbie Martínez, Martina Zalazar y Ernesto Domínguez
Música original:
Sebastián Lerena
Diseño de sonido:
Ernesto Domínguez
Diseño de iluminación:
Ernesto Domínguez
Escenografía:
Sabrina López Hovhannessian
Vestuario:
Sofía Isabel González y Sandra Criolani
Producción general:
Sofía Isabel González y Sandra Criolani
Arte gráfico:
Nahuel Lamoglia
Prensa y difusión:
Todos los sábados a las
21hs
Teatro:
“El Método Kairós”
Dirección: El Salvador 4530. C.A.B.A
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