Lascano, para situarnos, nació en 1947, en La Plata, capital de Buenos Aires. Y más allá de viajes y estudios, siempre tuvo relación directa con las artes plásticas.
Su obra, prolífera, tiene momentos apasionados a través del color que, con verdadero oficio en la mezcla y una estudiosa exposición para captar la realidad y volverla fotografía si se quiere, no se apega solamente al realismo al que todos estamos acostumbrados, pero sí a una sensibilidad que lo define poeta de la luz.
En lo personal, no se puede lograr objetividad en ningún aspecto y menos en relación al arte, no puedo evitar 'relacionarlo' a Rembrandt, quien exponía abiertamente la figura principal y "ocultaba" entre sombras sus otras luces.
Si bien Lascano se destaca por su trabajo tanto en paisajes como desnudos, yo destaco los desnudos, y por qué. Bueno, en lo desnudo hay siempre una realidad tangible y otra que no, lo que se deja ver, la carne vuelta poema y lo oculto o en sombras (y no tanto en sombras) que lo completa el espectador cada vez que vuelve la mirada, como decir, ese meterse en el fragmento menos comprobado de un poema para iluminarlo y ponerlo en evidencia.
Está claro que educar la mirada no sólo depende del artista sino también del segundo artista, que es quien lo recibe y hace de la obra una potencia: esa intensidad de sorber lo propio desde aquello que surge manifestándose en el ojo, como esa realidad que cambia constantemente y permanece en contínua vigencia, y renace para Ser.
Para conocer parte de su obra en la colección Zurbaran, acá
Noelia Palma
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