Rota, frágil, sin abuelo, sin poemas, con
ganas de vivir, con la locura de vivir, con la incomprensión de vivir, con el
amor atorado en la garganta, con las lágrimas que son surcos, con las arrugas
prematuras, rota frágil, rutinaria, sumisa. Cómo llegué a este punto. Quiero
esta vida, quiero esta tierra ausente, quiero el pasto, el frío de las paredes.
No quiero pensar por qué frágil rota y sin abuelo y sin poemas y con ganas de
vivir llegué a este punto. Es posible la catarsis, no encuentro el éxtasis, el
éxtasis en decadencia, la oscuridad finita. Esta es una tumba cálida para no
salir jamás, quien querría salir jamás de estas cuatro puertas que te encierran
para siempre porque no hay nada más terrible que las ausencias de la misma
ausencia, casi desaparecida, rota frágil sin abuelo y sin poemas, enterrada en
las sábanas que resultan soledades a distancias y rota y frágil y sin sentido
no quiero pensar cómo llegué a este punto ni la incomprensión de vivir. Siempre
observo cómo se marchitan las flores y me gusta, me gusta cómo se van muriendo
poco a poco como un espectáculo de feria donde cobran menos de veinticinco
pesos. Esto no es más que un espectáculo para incrédulos y por eso estoy aquí
fría rota frágil, marchitándome entre minutos como las cartas que jamás di. La
espera, y el vaivén y la desincronía también enferman pero divierten, no es más
que el entremés que nadie quiere porque todos saborean el éxtasis en
decadencia, por qué no puedo ser sumisa, por qué intento no ser sumisa si es mi
naturaleza, si es mi amor estar entre cocinas que se incendian, por qué estar
aquí entre las sonrisas ensayadas y la ropa bonita de muñeca, por qué me visto
como no se visten las demás muchachas y los tacones y el glamour y el cutis
bonito, por qué no me interesa, porque no le veo caso, porque no encuentro como
no ser yo, no quiero ser yo, como ser así si para eso están todas ellas, como
llegué a este punto, con el amor atorado en la garganta, atrofiado, con la
certeza de dejarlo morir para siempre, para qué se quiere si no es para
siempre, para qué se espera en la terminal de autobús si jamás te recibe nadie
a tiempo, quizá por rota y frágil y sin abuelo, por desubicada.
¿Será?
Nicté te admiro, gracias por tanta sencillez.
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