RAPSODIA
EN LA LLUVIA
Ahora
desde
tu ahora estarás viendo
bajo
esta misma lluvia las lluvias del diluvio
y
aquellas que lavaron las rosas avergonzadas de Caldea
o
las que se escurrieron desde el altar del druida hasta el cadalso
y
fueron a susurrar sobre una tumba hostil en la espinosa Patagonia,
y
también las azules, las prodigiosas narradoras,
las
que te prometían un milagro cuando aún eras visible.
!Que
inventario de lluvias en los archivos embalsamados de la Historia !
Mas
¿que importan las lluvias?
Sería
igual que vieras dinastías de ocasos, medallas o fogatas.
Sólo
quiero decir que eres testigo desde todas partes,
huésped
del tiempo frente al repertorio de la memoria y del oráculo,
y
que cada lugar es un lugar de encuentro como el final de una alameda.
Pero
estos pasos tuyos, vacilantes, bajo los pies menudos de la lluvia
me
conmueven aún más que tus lamentaciones en el interminable corredor
o
tu viejo mensaje para hoy, hallado entre dos libros.
Apostaría
estas palabras rotas a cambio de tu nombre tembloroso en los vidrios,
toda
la sal del mundo apostaría
a
que vienes a combatir por mí contra los legionarios de las sombras
o
a que tratas de hallar el moscardón azul que zumba con la muerte,
o
a que pagas un altisimo precio por abrazar los narcisos y las amapolas
-la
vibración más íntima de cualquier estacion,
siempre
bordeando los despeñaderos y hasta el confín del mundo,
siempre
a punto de caer en la hoguera,
sin
remision y sin aliento.
Y
sin embargo has visto el miserable revés de cada trama,
conoces
como nadie la urdimbre del error con que fue tapizada mi orgullosa,
mi
mezquina morada.
Querrías
escamotear la inocultable imperfección con el brillo de un tajo,
dar
vuelta mis pisadas encaminándolas hacia el aplauso y el acierto,
corregir
el alcance de mis ojos, el temple de mi especie.
¿No
te oigo girar y girar entre las ráfagas del agua lavando cada culpa?
¿Y
no intentas acaso revelarme con tu melodía los cielos que ya sabes?
Conseguirás
de nuevo doblegar esta noche hasta el amanecer
insistiendo
en quedarte, como antes en escurrirte más allá de los muros,
acá,
donde solo compartimos la efímera ganancia y la infinita pérdida,
vueltos
sobre el costado que nos oculta la visión,
aunque
caiga la lluvia.
PARA
HACER UN TALISMAN
Se
necesita sólo tu corazón hecho a la viva imagen de tu demonio
o
de tu dios.
Un
corazón apenas, como un crisol de brasas por la idolatría.
Nada
más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo
a la intemperie, donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca no pueda
dormir,
donde
el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío sin
convertirlo en mármol y sin partirlo en dos, donde la oscuridad abra sus
madrigueras a todas las jaurías no logre olvidar.
Arrójalo
después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo
luego a secar en el sordo regazo de la piedra, escarba, escarba en él con una
aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
Deja
que lo sofoquen las fiebres y la ortiga, que lo sacuda el trote ritual de la
alimaña, que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas
glorias. cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo, antes que
sea tarde, antes que se convierta en momia deslumbrante, abre de par en par y
una por una todas su heridas: que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que
el mendigo, que plaña su delirio en el desierto, hasta que sólo el eco de un
nombre crezca en él con la furia del hambre; un incesante golpe de cuchara
contra el plato vacío.
Si
sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o
de tu dios, he ahí un talismán más inflexible que la ley, más fuerte que las
armas y el mal del enemigo guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un
centinela.
Pero
vela con él.
Puede
crecer en ti como la mordedura de la lepra, puede ser tu verdugo.
El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte! (De Los juegos
peligrosos, 1962)
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